Hoy me han regalado una caja grande con un lazo rojo. Una caja que esconde tesoros, un regalo, una ilusión. Ese cosquilleo instantes antes de abrirla y descubrir que esconde, momentos de imaginación desbordada e incontinencia de sonrisas. Mariposas agitadas en la tripa. Transpiro fantasías. Al abrirla un arrebato de felicidad: es justo lo que quería! Abro las solapas tras rasgar papel y lazo y se desbordan risas inocentes que invaden el ambiente y se posan en mi regazo. De la caja sale la más preciosa melodía y huele a flores silvestres y a sandía. Unas cuantas nubes blancas asoman tímidas y un arco iris surge de entre varias estrellas juguetonas. Peces de colores se apresuran y mis manos tocan la suavidad de plumas y algodones de azúcar. Estrellas de mar trepan por las solapas de la caja y muchas caricias y besos se posan en mi cuerpo y cara. Un poquito de lluvia fresca de verano y la ternura de un cachorrito de gato es lo siguiente que me encuentro en mi caja. Sigo rebuscando y hallo un manojo de palabras amables, un puñadito de amistad, una pizquita de solidaridad, una onza de respeto, y unos gramos de bondad. Ahora huele a hierba recién cortada y suena un piano. También encuentro las manos de un mago que me aporta sorpresa y misterio. Mi caja esconde muchas más cosas, no seré capaz de contarlas todas. Un par de momentos sensuales, un cofrecito lleno de pasión, bombones de chocolate, y la lectura de un buen libro. Llena está de saludos,de palabras hermosas y de mensajes de amor. También tiene una buena película y una mirada profunda,además de un catálogo de piropos y alguna broma absurda. Hoy me acostaré entusiasmada con mi regalo, un presente en el que todos habéis participado,todos sois parte de mi vida y me siento agradecida
Y no deja de doler, y no se refleja mi tez. El espejo me pisa y bajo mis ojos se desliza lo lejos que queda mi risa. Ha pasado el tiempo, despacio y deprisa, y el viento se ha llevado mi sonrisa y con ritmo lento, mi espacio. Y no dejan de doler en el calendario aún con los meses de ayer, el calvario, con los jueces del dolor que no crece y no perece, temerario. Y los días pasan lentos, y dibujan tormentos en el reloj, en los deseos, y los pensamientos van a un ritmo, y los lamentos y el cuerpo a otro distinto. La frustración quema el corazón, la condena abrasa la razón, la melena pierde su fulgor porque las medicinas, dañinas, cansinas, llenan la agonía de querer la recuperación y lucharla con tesón, pero no conseguirla, no con la prisa de la falsa intuición. Y es por ello que pierdo la razón, el carisma, y las sombras bajo mis ojos atisban el temor. Dudas de futuro, es duro, tiembla mi mundo y me ahogo en mi rumbo, pero de pronto, una chispa, una pista, que enciende una sonrisa pícara porque veo que la brisa me trae un destello de vida, ícara, y de mi filosofía, intrínseca en mi esencia, perfecta en mi sabiduría seca, resiliencia, que ya refleja lo que sé de mí: sé sobrevivir, sé sentir, sé resurgir… y aprendo paciencia, toda una ciencia, todo un reto escueto que me enseña evolución y redención, y que es la confirmación de mi superación, de mi mejora y de mi aurora. Aquí estoy, y es suficiente, latente y consciente, y voy, voy con todo de nuevo, voy a alcanzar mis sueños.
Ya son unos dos meses que emprendí la aventura de operarme de nuevo, como un dejavú.
Una de las cosas difíciles, a parte del dolor, es luchar por no entrar en bucle en la cabeza. Todos te hablan de la actitud, del ánimo, y el papel tan importante que ejerce, y estoy de acuerdo, claro, pero el bucle es un mal aliado y es inevitable, y requiere un esfuerzo combatirlo que se hace minuto a minuto, hora a hora, día a día, en cosas muy pequeñitas, y otras más grandes.
Cuando te guías por la recogida de basuras de los vecinos para ubicarte en día de la semana, y no eres del todo consciente de si estás reposando la espalda en una siesta o es de noche, te das cuenta de lo importante que es crear pequeños rutinas y estrategias para que no te coma el bucle y no pierdas la cabeza.
Por eso, yo me propongo una pequeña gran agenda que me permite pelear, con acciones y citas que puedo asumir física, pero también mentalmente. No dormir bien y descansar durante meses porque dormir duele hace que una esté tan cansada y espesa, que intelectualmente no esté plena, por eso he de generar pequeñas rutinas en las que pueda poner piloto automático pero que me permitan realizar cositas que den resultados, y por ende, me hagan sentir bien y útil, resolutiva.
Por ello, cada día limpio una pequeña zona de la casa: una estantería o algún rincón que no sea muy pesado ni de gran esfuerzo o postura: hoy tocan los cubiertos; cada día pinto algún pedacito de mi cuadro numerado, porque es un momento creativo controlado en el que no tengo que pensar y que viene guiado con los números, hasta que la postura me lo permite; cada día duermo ratos, puesto que las noches son intermitentes; cada día leo un pedazo de libro, para tratar la concentración (aunque no duro mucho porque mi razón no se centra); cada día hago mi ritual de belleza con rosa mosqueta para combatir la cicatriz del cuello, y de paso extiendo a cara, manos, pelo…en mi piel seca por las medicinas; cada día riego mi jardín, en pequeños viajes de regadera para no llevar peso, pero que siga verde; cada día intento echar un ojo a las redes sociales para estar conectada con la comunidad y las personas de mi entorno, incluso publico algo de vez en cuando para sentirme parte de ella; cada día peleo contra el bucle y a favor del ánimo…
No se puede evitar que la mente se vaya muchos ratos de paseo a quién sabe dónde, hasta que algún mensaje mimoso de alguien te trae de vuelta. Gracias a Dios que te traen de vuelta, porque si no, una se perdería en su soledad, sus recuerdos, sus añoranzas, sus sueños no alcanzados, y se mezclaría con los colores de su cuadro, hasta quién sabe cuándo…
La cabeza en una situación así también hay que cuidarla, como se pueda, como se sepa, no hay un manual de instrucciones, solamente instinto y sentido común, ganas y perseverancia en que el bucle no sea de desidia, procrastinación, o desgana. Hay que guerrear por la motivación y por dar apoyo mental al plano físico de la recuperación, que es igual o más importante.
Pronto volverá mi vida, y los bucles serán otros menos dolorosos. Soy afortunada de estar superando esto de nuevo y de tener consciencia de todo.
Ya hace un mes que me volvieron a operar de la columna, y he decidido celebrarlo.
Quizá os parecerá una celebración más bien boba, y lo es, pero tras esta pequeña gran acción hay mucho más para mi. He escogido hacerme un regalo que significa comenzar con creatividad controlada, un pasito más al ánimo, la belleza, la superación, y una manera de crear algo en piloto automático porque mi piloto aún no está pleno, y es una manera de darme una pequeña golosina que me ayude a volver a despegar. Además, siempre me han gustado las puertas bonitas y rústicas, simbolizan la apertura al hogar que quiero, lleno de belleza y flores, elementos naturales y bienvenidas entre privacidad, donde se abren o no, según quién esté al otro lado. Se trata de toda una reflexión trascendental.
Mi dolor sigue latente, aún me queda un rato, no puedo realizar grandes hazañas (aún) pero puedo colorear momentos. Las noches son duras y por consiguiente, estoy tremendamente cansada, desconcentrada, rara, y por eso pintar con guía me puede ayudar a centrar pensamientos y relajar neuronas, y descansarlas, para reactivarlas progresivamente y sentirme bien.
Sigo luchando por levantar la espalda y el ánimo cada día, poco a poco, paso a paso.
Y de repente llega un momento “Ratatouille” y tu mente viaja a un momento del pasado, uno de esos que son sensacionales, donde querrías estar, paseando con mi amigo por las callecitas blancas de Priego, que lo llenan las emociones y las personas que lo componen, y se te dibuja una sonrisa.
Es cierto que esta segunda experiencia con mis malditas vértebras me tiene esta vez compungida y muy enfadada, me cuesta buscar mi optimismo habitual, pues también estoy agotada de sentir dolor constante.
Pero el cartero llama a mi puerta…
Y de repente aparece alguien de ese momento “Ratatouille” y te recuerda que, efectivamente: “En los momentos difíciles a veces la felicidad la encuentras en las cosas pequeñas….” y encima te añade una coletilla muy suya:
“Marta, ponte buena, del tó, pa siempre”
Y entonces sonrío y pienso, en efecto, tener duendecillos como José Luis en mi vida es de esas cosas tan tan bonitas que todo cobra sentido, que merece la pena, que se disipan los males y que algo como mis patatas preferidas, las de San Nicasio, cambian mi perspectiva. Hoy mi estado de ánimo se refuerza porque esta caja que acaba de llegar a mi casa viene llenita del amor más puro: el de la empatía y de una ración de lo más valioso que tiene una persona, el tiempo y las ganas de invertirlo en proporcionar una sonrisa tierna y un momento de absoluta certeza de que ahí fuera, queda mucha humanidad, personas preciosas, y sentimientos bonitos como la amistad que mueven todo, que son el motor de la vida, que marcan el amor como la mejor medicina.
Gracias amigo, ¡no sabes cuántas! Aunque no lo creas y parezca desmesurado, esto es una parte muy importante de mi recuperación. Un golpe de humildad y resiliencia, de reflexionar, que lo necesitaba como el aire, para seguir guerreando con fuerza y positividad.
Dos meses antes de descubrir que me había roto de nuevo tenía un amor.
Uno de esos que era precioso, que me adulaba, que me regalaba palabras tan bonitas y me acompañaba de paseo a las nubes, que nada podía salir mal. Uno de esos a los que yo podía ser yo, y darle, y quererle, con todo lo que soy, con todo lo que doy, con todo lo que quiero.
Y me lo había ganado, a pulso, tras mi última terrible experiencia de traición y mentira, de dolor, me había ganado tener un amor bonito y disfrutar los aleteos de las mariposas.
Estaba pletórica, feliz. Estaba conociendo a una persona bonita. Nos gustaban las mismas cosas, hablábamos mucho, nos comprendíamos y hacíamos planes que iban mucho más allá del fin de semana, planes de vida. Él alentaba mi confianza, mi amor propio, y mi amor ajeno. Juntos empezábamos a ser más invencibles, más bellos, mejores personas.
Nos admirábamos con largas tazas de café o copas de vino en nuestro sofá de un rincón favorito o paseábamos a la deriva por las calles bajo la luz de los farolitos, para parar en algún resquicio a robarnos besos. Idílico.
Hasta que caí enferma, que el amor eterno se fue disipando en la indiferencia, hasta el silencio. Nunca supo si sobreviví o si necesité algo, nunca me apoyó o ayudó en forma alguna, no le importó si me sentía bien o mal, si se me complicó, o si sufría, nunca le interesó acompañarme, simplemente se desvaneció, y las promesas de amor incondicional y la certeza que me aseguraba sentir al haberme encontrado se convirtieron en nada, en medio de mi dolor.
Ya no sé siquiera si me duele más la columna o el corazón, no sé si la morfina ha mitigado también eso, pues ya es solamente una bruma de otro sueño que quiso ser y no fue, de otra promesa vacía más, de otra mentira … nunca comprenderé por qué despertó mi amor, sin intención de amarme.
Me ha obligado a lidiar con un dolor más, otra nueva cicatriz donde la rosa de mosqueta no puede suavizar, un dolor que se suma a mi recuperación, donde tenía que estar lo más fuerte posible, donde necesitaba toda mi energía positiva para sobrellevar mi post operatorio, y él, lo ha complicado.
Las decisiones y actuaciones de las personas crean consecuencias, deberíamos tenerlo en cuenta, la empatía debería formar parte de nosotros y nuestras formas de tratar y de actuar. Los valores y principios deberían considerar las conductas y sus consecuencias, el respeto al prójimo, y a uno mismo. Yo no comprendo estos comportamientos, que están a la orden del día. No entiendo muchos comportamientos sociales presentes, y seguramente hago también muchas cosas mal, pero intento ser coherente en pensamientos, sentimientos, palabras y actos. Intento no dañar a nadie conscientemente, nunca, y mucho menos, cuando ese alguien está en un momento tan frágil.
A pesar de todo, espero que la vida le ayude a encontrar esa coherencia, a pesar de todo, no creo que sea mala persona, solamente un cobarde más.
Espejos demasiado complejos para ser comprendidos, que encienden sorprendidos la mirada fija, ya no les tengo miedo, soy hija del viento y no hay lamento, solo fuerza y pureza, y chispa sin tormento. Maestros que me han enseñado a mirarme, con los que he soñado vengarme del viejo reflejo austero. Y veo los colores de los sombreros que visten mis pudores y veo floreros que llenan de perdones el decorado tan esperado, con flores, sin temores, entregado. Grande, ya no más cobarde, ya ha pasado y huele a libertad, en soledad pero acompañada de la mirada ensimismada en el espejo, aquel que refleja el alma, aquel que sonríe travieso, y se va andando lejos y en calma. Ya no huele a miedo, ya no duele la imagen, ya no importa el sombrero porque es mio mi ángel, el que llevo dentro. Y lo reparto, y lo comparto, y lo vierto sin miedo porque prefiero soltarlo a que se marchite en mi pecho, porque tengo tantos besos acumulados y que no he dado que rebosan en el reflejo de un espejo contento y más que nunca despierto y en barbecho… #MisNotitas
Es Navidad, si, y eso es una trastada cuando decides comenzar un tratamiento como el mío con el proyecto Reinvéntate #ypunto, que se basa mucho en mi dieta y plan de adelgazamiento, tonificación etc.
Hablo constantemente con Rosa y Luis, mis entrenadores personales, y es que su labor va mucho más allá de enseñarme a hacer ejercicio y deporte, su labor y la parte más importante de la misma es la motivación. Se han convertido en mis «Pepito Grillo» y no sabéis como agradezco que estén ahí para ayudarme. Recomiendo a todo el mundo sus servicios, pues ahora puedo decir que están cambiando mi vida de una forma que ni imaginaba…
En mi caso, la parte personal de este proyecto es dura y difícil, puesto que debo reeducarme en mente y cuerpo para poder hacer este gran cambio y reinventarme. Llevo tantos años sin cuidarme que ya ni recuerdo la última vez que hice ejercicio, que mantuve una dieta sana y equilibrada, que dormí más de 3-4 horas al día, que cogí tiempo de relax o día libre… No se trata de un reto en ponerme mona, no, es un reto en coger las riendas de mi vida, de mi salud, de mi bienestar, de mi ocio, de mis relaciones, de mi autoestima…
Y Navidad es una mala época para comenzar esta movida, pensaréis, bueno, en parte sí en parte no. Navidad es una excelente época de reflexión, de querer realizar cambios; el ambiente en general es más amable, más humano, más emocional, más bonito y eso hace que, aun sin que sea voluntario, te invada una ola de «buenrollito» y quieras ser mejor, estar mejor, sentirte mejor. ¿Que se come más? Si, se come más, y todo está muy bueno, pero también es una época muy propicia a los paseos por la ciudad que compensan esas calorías revoltosas.
Palma está preciosa, la gente está preciosa, y pasear por sus calles, respirar sus sonrisas y escuchar sus sabores es bello y motiva…