por Marta Bonet | Abr 16, 2024 | Bitácora de una operación, Blog, Diario, Marta Bonet, Uncategorized |
Quizá suene a tema banal, pero para mí no lo es en el sentido del amor propio y la autoestima.
El tema físico siempre, desde pequeña, ha sido peliagudo para mí. Quizá desde el colegio, donde algunos niños un poquito más crueles se cebaron en la gordita blandita morenita peludita y de carácter fuerte y decidido para todo, menos para eso, que les plantaba cara como podía, pero que en el fondo se comenzaba a plantar cara a si misma y sus flaquezas. No hablo de bulling ni mucho menos, no dramatizo ni lo exagero como acostumbramos hoy en día a magnificar estas cosas porque no fue el caso, mi infancia fue feliz en general, mis amiguitos del cole siguen presentes a día de hoy (si si, los mismos que me decían cosas, yo soy así, siempre le doy la vuelta a las personas y los rencores no existen en mis emociones) y crecí con fortaleza y no tengo traumas importantes que hicieran de mi una persona machacada y dañada, pero si que es cierto que las mofas y burlas de unos pocos en mi primer camino condicionaron mis complejos e inseguridades físicas que se instalaron en mi para siempre, y aún, a día de hoy, me afloran a veces y me hacen sentir inestable en mi día a día, empujándome a luchar mis fortalezas mucho más y a trabajar el espejo. Quizá en realidad, esos niños me hicieron un favor que ha forjado mi potencia y personalidad, mi carisma, e incluso que aprendiera a resaltar de mi físico las virtudes que me caracterizan y a sacarles el máximo partido posible disimulando los muchos defectos. Pero me siento bonita en general, y soy una persona fuerte, he aprendido a trabajar esta autoestima y amor propio, y a día de hoy, me gusto más y me reconozco físicamente aceptando mis defectos y viéndome cosas bellas en el espejo, y creo que transmito mi propia coquetería, feminidad y sensualidad, y me gusta cuidarlas y transmitirlas. Lo mío me ha costado quererme así. Y gracias niños del cole, por hacerme fuerte desde mis principios.
Esta operación hace estragos en ese sentido también, y es algo que debo combatir y asimilar, y me cuesta, os soy sincera.
Hoy voy a intentar aguantar la pila de teñir en la peluquería, la postura cervical, o estoy segura que buscaremos la manera con mi querida Tere de que no sufra mientras colorea mis pedacitos grises sin salirse del dibujo.
Y sé lo que viene, pues ya ha comenzado. He de asimilarlo de nuevo, y tratar de combatir salir físicamente lo mejor parada posible.
La morfina, los corticoides y cortisonas no ayudan. Ya son dos semanas tomándolos, y ya noto sus efectos, La cortisona me ha inflado 5 kl, no he engordado, sino que estoy hinchada con líquidos, como un globo de agua. El Tramadol de morfina me daña el brío del cabello, me descontrola el vello corporal, las uñas, la piel… De momento creo que solamente lo noto yo, pero lo noto mucho y regreso, sin quererlo, a aquellos momentos de niña donde me sentía patito feo.
Hiervo agua con jengibre, ramas de canela, peladuras cítricas, y voy bebiendo el brebaje porque es antiinflamatorio y digestivo, me hace bien, me sacia y despista mi ansiedad de dulces y guarreos. Todo ayuda.
No dormir apenas también dibuja trazos extraños en mi rostro, me miro en la profundidad de mis ojos en el espejo que cargan bolsas y mi color es más opaco. Espero no perder el brillo.
La reflexión sobre lo que viene también es escabrosa, pues la operación tiene lugar desde una incisión en el cuello, en la garganta, que la vez pasada me colocó 14 grapas y una cicatriz que consiguieron disimular muy bien con el pliegue natural del cuello, la verdad, pero supongo que una segunda cicatriz será más difícil de camuflar, veremos. Rosa de mosqueta, ya la he encargado.
En cuanto a la convalecencia, pues es lenta, pesada, farragosa y con movilidad muy reducida, a pesar de intentar andar lo que pueda, los músculos se resienten, la flacidez, y me vuelvo más blandita. No puedo hace ejercicio en este estado, aunque para qué engañarnos, no lo hago tampoco normalmente, pero ya tengo 46 años y la cosa cambia a pasos acelerados. Tendré que replantearme este aspecto de mi vida y hacer cambios, y encontrar algo que me motive a moverme y trabajar mi cuerpo. Esto se me hace una montaña verdaderamente, no sé ni por dónde empezar. Quizá alguien me puede guiar a modo de entrenador personal que me acompañe, o prestarme una elíptica o algo que pueda probar, o no lo sé.
En definitiva, mis galanes y pretendientes, sigo siendo una mujer preciosa pero hago una pausa física para volver a trabajar mis encantos alrededor de esta situación de crisis. Esperadme, que volveré bonita, es parte de mi recuperación. Mientras tanto, os agradezco piropos y halagos bonitos y respetuosos, que yo si soy de esas que los reciben con una sonrisa…
por Marta Bonet | Abr 15, 2024 | Bitácora de una operación, Blog, Diario, Uncategorized |
En realidad son las 3:40 de la mañana, y no puedo dormir. Es en mi naturaleza responsable tratar de tener todo lo más controlado posible, especialmente lo que afecta a mi alrededor, a las personas que me acompañan, y a las responsabilidades que puedan afectarles. El orden, la coherencia, la disciplina, la responsabilidad, las maneras, e incluso, sin ser religiosa, diría que los mandamientos, forman parte de mi persona y me doy cuenta de que posiblemente soy más racional de lo que siempre he pensado, pues me tengo por un ser pasional y romántica, soñadora tremendamente emocional, que también, pero veo que cuando aflora una situación como esta, de crisis, me aflora la razón y la necesidad de control.
Por eso me está resultando tan difícil, porque esta situación escapa a mi control y no depende de mi en absoluto. No obstante, estoy sacando fuerzas para tratar de organizarme lo mejor posible, en previsión, en orden.
Las «burrocracias» son a veces tediosas y complicadas, más en momentos de dolor donde la razón te paraliza un poco, pero creo importante tratar de tener todo lo más organizado posible a nivel de logística, seguros, trabajo, papeleos, baja, hospital, médicos, compras, casa…
He hecho todo el pre-operatorio lista para que me ingresen lo antes posible, y he comunicado y cursado la baja en la empresa y alertado de la situación actual. He realizado una compra grande de víveres como si se tratara de un confinamiento, que en realidad, lo será, una inversión en que «no falte de nada» una vez tenga que encerrarme con la convalecencia, para facilitar las cosas en mis cuidados, y he avisado a todas aquellas personas de mi entorno importante que considero deben conocer mi estado y ausencia. He limpiado bien mi casa, porque necesito un ambiente sano y armónico, y me planteo solicitar ayuda en ese sentido también en las labores que ya no podré hacer para mantenerlo (esto he de pensarlo y es importante para mi, he de encontrar a la persona que pueda ayudarme en este sentido). Debo comprar un ajuar de pijamas y ropa cómoda para los meses venideros. He recuperado las herramientas que facilitan la comodidad de mi espalda, mantas térmicas, cojines anatómicos, collarín, esterillas calientes, la almohada de plumas blandita que abraza mis cervicales… Tengo que colocar mi coche en un lugar que no moleste, y que pueda estar protegido y recogido, o prestarlo a alguien que le pueda dar uso mientas tanto. Debo cuidar mi dieta, la cortisona me está inflando y el momento de supervivencia hace que mal coma cosas más sencillas de elaborar que quizá no son tan sanas, además de que mi cuerpo y ansiedad ahora piden dulce, golosa por naturaleza, ahora se acrecenta la demanda de chucherías y dulces y mi cuerpo lo nota rápidamente, debo ir con cuidado porque, además, cuánto menos peso más se facilita la operación en todos los sentidos.
Y se hace duro, porque mientras ordeno, tomo consciencia de que voy a volver a vivir de nuevo la dureza de una situación de recogimiento, con todo lo que conlleva, y con la incertidumbre de cuánto tiempo será. La otra vez fue casi un año prácticamente inmovilizada, esta vez lo desconozco.
La parte antropológica de esta situación es también cuanto menos, curiosa. Me fascina observar las diversas reacciones del entorno, en todos los sentidos, los que están, los que no, las maneras de estar, y también mis propias reacciones y cómo estoy yo y respondo. No hay manual de instrucciones, simplemente me permito la licencia de dejarme llevar y sentir, fluir, como puedo, y de recibir. Perdón si no lo hago bien, no me lo tengáis en cuenta, estoy descolocada. Gracias a los numerosos mensajes y apoyos, es tan bonito sentiros. Gracias por todas las cosas que me dais, morales y materiales, estoy abrumada de amor. Toda ayuda es buena, pues se me paraliza la vida y, aunque me creo autosuficiente, no lo soy, y el golpe de humildad es importante y sé que debo dejarme mimar, querer, abastecer, y cuidar, aunque debo reconocer que es una de las partes que más me cuesta, porque estoy acostumbrada a hacerlo al revés, a dar, y a funcionar bastante sola, debo admitir. Pero como estoy en un estado de inercia y una especie de letargo, me dejo llevar, abrazada a mi osito de peluche, y recibiendo todo lo que me dais, que es precioso. Hoy me han traído magdalenas, esponjosas y cariñosas, y cada bocadito hace mejor efecto incluso que la morfina. La magia de la empatía. la magia de las personas que desean que no me falte nada en el proceso, desde un abrazo sentido o mensaje cálido, hasta lo material que ahora no puedo producir. La magia también de las personas que una piensa que están, y no están, y es lícito, y me muestra muchas cosas y dibuja mis filtros, imprescindibles para el amor propio y la tranquilidad, la paz.
Tengo que teñirme el pelo, no puedo operarme con estas raíces canosas. Lo sé ¡qué tontería, pero tan importante!
Amanece, y escucho los pajaritos que se despiertan con el nuevo día. Todo tiene uno color, olor y sonido diferente a estas horas, y es curioso para mi no tener planes más allá de que hoy tengo que ir a la clínica para la entrevista con el anestesista, y con ello concluirán las pruebas de preparar la operación y podré estar lista para cuando tengan a bien realizarla, espero que lo antes posible, porque el dolor empieza a ser insoportable. Ya la morfina y corticoides no lo palian, ni siquiera combinados con algún cigarro de la risa.
No obstante, estoy contenta, porque haberlo vivido ya me ayudará a encajarlo en base a la experiencia. No será igual, nunca puede ser igual, pero hay detalles y cosas que ahora sé, como por ejemplo que necesito rosa de mosqueta para mitigar la cicatriz del cuello que supongo solaparan a la otra, y ya lo tengo encargado. También se que me sentiré muy agradecida cuando salga de quirófano, y que entraré en una especie de trance en le que cada rayito de sol en cada paseo será mucho más brillante, precioso, y cálido. La vida, y el agradecimiento a estar viva.
Suena raro decirlo en voz alta, pero el dolor tiene muchas cosas preciosas, si las sabes mirar, y yo voy a intentar no sólo verlas de nuevo, sino mirarlas todas con extrema atención. Eso es lo que marcará la diferencia en el proceso, y estoy dispuesta a trabajarlo con esta actitud.
Este lienzo me ayudará a mis reflexiones, escribir siempre ha sido parte de mi desde que tengo uso de razón y sé empuñar mi mejor arma: el lápiz. Vomitar palabras y emociones abiertamente es mi manera de ser, con absoluta transparencia. Quizá mis reflexiones también puedan servir a alguien que desee seguirlas, pero, sobre todo, me sirven a mi en mi proceso. Disculpadme si mi manera de ser provoca sensación de demasiada implicación o transparencia, si incomoda a alguien, pero en situaciones así cada uno debe regirse por lo que provoque su personalidad y fluir a su manera, y esta, es la mía. Gracias por comprender.
por Marta Bonet | Abr 8, 2024 | #MisNotitas, Bitácora de una operación, Blog, Diario, Uncategorized |
Sus plumas estaban mojadas, no podía volar, las nubes escarchadas del largo esperar. Su aliento gélido, ahogado su lamento, pálido su tormento y, en ese momento, el ocaso y un suspiro escaso de otro color. Y se le olvidó el dolor, y absorbió el calor de los rayos del sol, y admiró su furor… Tonos magentas, anaranjados y rosados tras la tormenta, osados, pintando el cielo admirado y nunca así contemplado. Ya no sentía frío en las plumas, ya no dolía su corazón en brumas, sonreía y latía, sin razón, sin penumbra, en un lienzo de espuma de mar, en un comienzo, en un volver a volar. Y sin darse cuenta se secó su plumaje, y contenta comprendió el mensaje…