Me dirijo a Ustedes con la ilusión de la niña que llevo dentro para agradecerles por adelantado todo lo bueno que está por llegar. Porque no tengo dudas de que este será un gran año, asi está escrito.
Está escrito en mi subconsciente que anhela cambios, en mi corazón que ansia sorpresas y en mi intelecto que se quiere reciclar, y en los miedos de los que no soy presa. Porque sueño mucho queridos reyes, tanto que casi duele, tanto que cansa pero también emociona, ilusiona, amansa.
Este año que ha acabado ha sido duro, pero acaba con un lienzo en blanco en el que he comenzado varios bocetos y ahora quiero colorearlo. Llenaré de vida este dibujo con colores que no se han inventado, colores que pintarán mis sueños y mi entusiasmo.
La madurez me otorga nuevas perspectivas, respalda, pero sigo siendo parte niña, para equilibrar la sensatez excesiva, aquella que corta las alas.
Les doy las gracias por darme tantas cosas: aprendizaje, retos y dificultades que me animan a superarme; amor y cariño de las personas que cuentan para que mi soledad sea acompañada; risas y momentos que se tatúan en las páginas de mi bitácora; decepciones y alegrias a partes iguales que equilibran la balanza.
Me duele el pecho de respirar profundo, de aspirar la vida en toda su ansia y en toda su calma; porque la templanza se combina con la esperanza y con la añoranza de tiempos sentidos y pensados, calmados, sosegados y emocionados.
Lo mejor está por llegar, gracias por dejarme mirar.
Asomada a una ventana valoro mis hazañas, las repaso con el peso de la espalda y de alguna cana, pero con la sonrisa puesta y sin prisa.
Gracias por dejarme ver, por permitirme ser, por generar nuevas ilusiones que forman rincones en mis esquinas sin barrer, las que tenemos todos, las que ordenamos con el paso de los años y las que quedan en un cajon lleno de color y con pedacitos de corazón.
Queridas majestades, viviré sin barbechos porque nunca lo he hecho, porque enlazo un sueño con otro y me adueño de una vida sin filtros y con casi todos mis sentidos.
Gracias por todos los regalos que me han dado, templados y valorados. Gracias por las mariposas, y por estas prosas, que emanan de las losas de las ganas cumplidas, permitidas y robadas, dolidas, sentidas y sobradas.
Sé que pondrán en mi vida lo que corresponda, lo que toque, lo que responda y lo que me remonte.
Los hilos rojos nunca se quebrarán, los despojos desaparecerán y las noches en vilo enseñarán que el amor todo lo puede, que duele, pero que es sin duda el motor del temple y la razón de vivir, que siempre siempre, es sentir.