En un mundo de sombras, donde el frío se asienta,
el romanticismo, cual estrella, se ausenta.
Los corazones laten, pero en un eco distante,
buscando en la niebla un amor que sea constante.
Hoy, la prisa nos abraza, nos envuelve en su danza,
y en la inmediatez, se pierde la esperanza.
Los valores se desvanecen, como hojas perennes,
y el alma, en su búsqueda, se siente endeble.
No debería ser así, el frío me envuelve,
en un mundo baladí, donde el alma se disuelve.
El hastío me abraza, como sombra en la bruma,
buscando en la penumbra, una luz que se una.
Y yo alzo la voz, como canto sincero,
defendiendo en el romanticismo, un refugio certero.
Es paz en el abrazo, es felicidad pura,
es el brillo en los ojos, la ternura que dura.
En tiempos de frialdad, donde el amor se disfraza,
quiero recordar que el cariño no es sólo una farsa.
Es el roce de manos, el susurro en la brisa,
es el arte de amar, en cada sonrisa.
El amor propio florece en el jardín del alma,
y en la lucha por sentir, encontramos la calma.
Es un viaje profundo, un retorno a lo bello,
donde cada latido se siente como un destello.
Así que, en esta era de frías conexiones,
defendamos el romanticismo con nuestras pasiones.
Que el amor sea un faro, que ilumine el sendero,
y que en cada corazón, renazca el ser verdadero.
Por un mundo más cálido, donde el amor sea el sol, donde el romanticismo brille, y nunca se apague el fervor. Luchemos con calor, con la fuerza del viento, por un mañana lleno de amor, y también de sentimiento.