Desde que me operaron por segunda vez hace dos abriles, hace ya un año y medio que parece un siglo (o al menos un montón de días grises), me he convertido en una especie de guerrera, armada con la paciencia que no tenía, con un arsenal de medicamentos y escudada con mi sentido del humor que, aunque a veces se tambalea, sigue latente.
El “cortisona, morfinas, antiinflamatorios y lyrica’s party” con los que he lidiado tantos meses me han regalado muchas secuelas físicas, psíquicas, emocionales complicadas. Inflada, con el lado derecho del cuerpo paralizado y muy dolorido, el sistema nervioso atrofiado, sin apenas dormir un par de horas seguidas desde hace año y medio, con el cabello sin mis rizos habituales, las uñas no crecen, la piel es trágica, las emociones nubladas, estoy espesa en pensamientos y movimientos… La autoestima, claro, a veces se resiente, porque ya sabéis que una es coqueta y le gusta verse bonita y también fuerte, pero aquí estoy, cada día sobre las ocho de la mañana, discutiendo con el ejercicio físico y hablando con los pajaritos, algo que en mi vida hubiera imaginado, pero que ahora es parte de mi nueva normalidad, y dejándome cuidar aparcando la fortaleza a un ladito, por segunda vez.
Mi fisioterapeuta se ha convertido en mi cómplice de batallas, mi mejor aliado y mi maestro, dirigiendo mis movimientos, enseñándome a convivir con este cuerpo que me parece ajeno, feo, desgastado, cruel y muy cansado y también cuento con especialistas aliados en esta travesía emocional. La resiliencia es ahora mi bandera, y aunque me cueste mucho hacerlo, comparto este video, donde no me siento en mi mejor versión física, incluso me doy vergüenza, pero quiero que se vea mi realidad, esa lucha diaria, esa transformación, ese camino de intentar volver a ser yo, o al menos la mejor versión posible de esta nueva yo. Porque en realidad llevo cinco años luchando (una operación en 2019 y la segunda en 2024), y enfrentando a todo tipo de demonios, y trato de hacerlo con una sonrisa.
Sigo de baja desde hace año y medio, ausente, sin saber qué me depara el futuro, con terrible dolor crónico que se ha vuelto mi sombra, pero con la esperanza de que, con cada pequeño esfuerzo, con cada mañana de ejercicio, con cada sesión de fisio, con cada palabra de aliento, con cada pensamiento bonito, con cada pequeña creatividad, estoy, de alguna manera, moldeando una nueva Marta, más fuerte, más valiente y, sin duda, más auténtica y bonita. Todo es aprendizaje, muchas veces duro, pero las cosas pasan por algo. La semana pasada me volvieron a hacer muchas pruebas, un nuevo neurocirujano, pruebas dolorosas y complicadas para tratar de valorar los daños pasajeros y permanentes. Tengo miedo, pero afrontaré los resultados.
Mi vida de antes se ha quebrado, se ha roto, he dejado de ser “útil” para la sociedad, pero no es importante. Es pasado, y, de hecho, no lo quiero, no quiero volver a aquel ritmo, a algunas de aquellas personas, ni a aquella vida. Lo realmente relevante es conservar mi esencia y potenciar una nueva versión de mi misma, con una utilidad diferente y aferrada a mis principios y valores, a mi paz, a la humildad que me provee mi situación, y al amor de mi entorno de aquellas personas que han querido acompañarme porque para ellos no es relevante cuán útil soy, sino mi persona con total profundidad, solidaridad, y empatía incluso en mis peores momentos y versión, y la fe en que volveré a resurgir, la fe en mi. Yo comparto esa misma fe, aunque esté cansada, agotada , aunque el camino sea complicado y duro y a veces flaquee, pero lucho cada día por remontar, y lo haré. Gracias por acompañarme, por esperarme, por confiar en mi, por quererme, por apoyarme, por valorarme, por respetarme… Gracias vida por ponerme a prueba, cada día la supero un poquito más buscando esas caricias que me motivan a continuar la tremenda lucha. Tendemos a preocuparnos y no ocuparnos, a no vivir en presencia cada instante, a desaprovechar y malgastar el amor, tendemos a ser idiotas, pero en una fracción de segundo puede cambiar todo, y lo único que prevalece, es la propia esencia y el amor en todas sus versiones. Es lo único que importa, es la única impronta que anhelo dejar en este mundo: haber funcionado siempre en base al eje del amor (propio y ajeno). Lo demás, es irrelevante.
Aunque exhausta seguiré batallando porque soy una guerrera, pero aún me queda un ratito más…
Os echo de menos, disculpad mi ausencia, pero a veces es tremendamente importante la introspección. A veces no es momento de volar, sino de coger impulso en silencio…