Mi trayectoria reciente ha tomado un giro inesperado, marcada por una pausa de salud obligada que me ha forzado a detenerme. Y en esta detención, me encuentro aún, en un limbo indefinido que se extiende más allá de lo que jamás hubiera imaginado. En este compás de espera, mi espíritu se identifica profundamente con la metáfora del Ave Fénix. No es solo imagen poética; es la encarnación de mi deseo más profundo, la aspiración a resurgir de estas cenizas con perspectiva renovada, empatía más profunda y fuerza interior inquebrantable.
Este renacer no es una quimera lejana, sino el pilar fundamental que sostiene mi enfoque en este momento. Sin embargo, soy consciente de que aún me queda un «largo plazo» por recorrer. Mis alas, mojadas por la tormenta, aún no están listas para el vuelo. No he sanado por completo, no estoy preparada para alzarme. Mi corazón anhela fervientemente ser ese Ave Fénix, volver a surcar los cielos cuando mis plumas se sequen por completo, cuando esté verdaderamente lista. Por ahora, mi lucha se centra en alcanzar ese estado de preparación, fortalecer mi ser para el desafío que se avecina.
Sé que, al final de este proceso, todo será diferente. El «yo» de antes, aquel que conocía y que se movía con una determinada inercia, ya no existe. Ha sido transformado por experiencia, por vulnerabilidad y por introspección forzada. Pero me conformo con la esperanza de menguar el dolor tanto como sea posible y, algún día, levantar vuelo de nuevo. Quizás no será vuelo majestuoso y alto como antes; quizás vuele cerca, despacito, pero será mi vuelo, mi victoria.
Mientras tanto, en la intimidad de mi nido, en pijama y con el corazón abierto, escribo mi historia. Cada palabra es un bálsamo, un reflejo de mi proceso interno. Con cada caricia a mis plumas, les infundo amor y cuidado, fortaleciéndolas, preparándolas para el día en que puedan desplegarse por completo y llevarme de nuevo hacia el horizonte. Esta pausa no es final, sino crisol, tiempo de profunda transformación que me permitirá, finalmente, caer para poder volar.
❤️ Mi corazón me pide volar
Mi vida ha dado un giro inesperado debido a una pausa obligatoria por motivos de salud, lo que me ha forzado a un alto total. Actualmente, me encuentro en un limbo indefinido que se ha extendido mucho más de lo previsto. Cada día es una oportunidad para aprender paciencia y aceptar lo desconocido. En esta etapa de espera, me siento profundamente identificada con la antigua metáfora del Ave Fénix. No es solo una imagen poética, sino la representación viva de mi anhelo más profundo: resurgir de esta situación con una nueva perspectiva, una mayor empatía hacia mí misma y los demás, y una fuerza interior inquebrantable para afrontar futuros desafíos. Esta poderosa imagen se ha convertido en mi guía, iluminando mi camino a través de la oscuridad y la incertidumbre.
Este renacer no es una quimera lejana o un sueño inalcanzable, sino el pilar fundamental que sostiene mi enfoque y mi energía en este preciso momento. Cada día, cada pensamiento, cada pequeña acción se orienta hacia esa transformación, hacia la recuperación de mi esencia, pero con una nueva sabiduría. Sin embargo, soy dolorosamente consciente de que aún me queda un «largo plazo» por recorrer, un camino lleno de desafíos y de autodescubrimiento. Mis alas, mojadas y pesadas por la tormenta que me ha abatido, aún no están listas para el vuelo. No he sanado por completo, ni física ni emocionalmente; no estoy verdaderamente preparada para alzarme con la majestuosidad que anhelo. Mi corazón anhela fervientemente ser ese Ave Fénix, volver a surcar los cielos con libertad y confianza cuando mis plumas se sequen por completo, cuando esté verdaderamente lista y fuerte. Por ahora, mi lucha se centra en alcanzar ese estado de preparación óptimo, en fortalecer cada fibra de mi ser para el desafío que sé que se avecina. Es un proceso de autoconocimiento y reconstrucción, lento pero necesario.
Sé que, al final de este proceso de transformación, todo será irremediablemente diferente. El «yo» de antes, aquel que conocía y que se movía con una determinada inercia y con ciertas certezas, ya no existe. Ha sido transformado, moldeado y enriquecido por la experiencia de la enfermedad, por la vulnerabilidad expuesta y por una introspección forzada y profunda que me ha permitido conocerme desde una nueva perspectiva. Esta metamorfosis es dolorosa, pero también liberadora. Pero me conformo, por ahora, con la esperanza de menguar el dolor tanto como sea posible y, algún día, levantar vuelo de nuevo. Quizás no será un vuelo majestuoso y alto como antes, surcando las nubes con osadía; quizás vuele cerca del suelo, despacito, con cautela, pero será mi vuelo, mi propia victoria personal, una demostración de resiliencia y superación. Un vuelo auténtico, forjado en la adversidad.
Mientras tanto, en la intimidad de mi nido, en pijama y con el corazón abierto y vulnerable, escribo mi historia. Cada palabra que plasmo en el papel es un bálsamo para mi alma, un reflejo honesto y profundo de mi proceso interno. Con cada caricia a mis plumas, les infundo amor y cuidado, fortaleciéndolas poco a poco, preparándolas con paciencia y dedicación para el día en que puedan desplegarse por completo y llevarme de nuevo hacia el horizonte, hacia nuevas aventuras y desafíos. Esta pausa no es un final, no es un estancamiento, sino un crisol, un tiempo de profunda y necesaria transformación que me permitirá, finalmente, caer para poder volar con una nueva fuerza y un propósito renovado. Mi corazón, más que nunca, me pide volar, y confío en que la espera forjará las alas que me llevarán a mi destino.