El dolor me ha despojado de certezas, pero a cambio me ha entregado fértil terreno de preguntas. Este sufrimiento, que a menudo se percibe como inexplicable, amenaza con reducir la vida al absurdo, y es precisamente en esa abisal percepción donde se gestan innumerables interrogantes.

El dolor, paradójicamente, me empuja a vivir con una conciencia más aguda, a cuestionar más profundamente y a reflexionar con mayor intensidad. Soy aprendiz constante de mis heridas, y cada cicatriz es lección grabada en el alma. 

No obstante, he tomado la firme decisión de no sucumbir a la desesperación, sino de ascender a la grupa de estos interrogantes y cabalgarlos con determinación. 

Me he propuesto convertirme en la mejor amazona de mi convalecencia, domando cada incertidumbre con disciplina y fuerza de mi fusta. A veces, avanzo con trote rítmico y mesurado; otras, me lanzo al galope, sintiendo el viento en mi rostro, protegida por mi casco de montar y aplicando doma a cada situación. 

Pero la vida no está exenta de tropiezos. A veces caigo del caballo, perdiendo equilibrio en la silla, y en esos momentos de vulnerabilidad, recojo las riendas con renovada determinación y vuelvo a subir. Mi caballo, en esta travesía, es un enorme y misterioso interrogante, cuya doma me lleva a explorar los límites de mi propia resiliencia.

El dolor nos impulsa a buscar sentido. Las preguntas son más fértiles que las respuestas, abriendo nuevas perspectivas. Aprendo de cada experiencia, usando la introspección y la reflexión para transformar el dolor en crecimiento. Cada obstáculo es una oportunidad para fortalecer el espíritu y forjar un nuevo camino, donde descubro la esencia de mi existencia y la fuerza para seguir evolucionando.

❤️ Yo vivo en mis interrogantes y galopo con ellos

El dolor me ha despojado de certezas, pero a cambio me ha entregado un fértil terreno de preguntas. Este sufrimiento, que a menudo se percibe como inexplicable, amenaza con reducir la vida al absurdo, y es precisamente en esa abisal percepción donde se gestan innumerables interrogantes. Es en la fragilidad de mi espíritu donde reside la semilla de la verdadera fuerza, una fuerza que me impulsa a no rendirme, a buscar más allá de lo evidente.

El dolor, paradójicamente, me empuja a vivir con una conciencia más aguda, a cuestionar más profundamente y a reflexionar con mayor intensidad. Soy aprendiz constante de mis heridas, y cada cicatriz es una lección grabada en el alma, un mapa que me guía a través de los recovecos de mi propia existencia. Cada punzada, cada momento de oscuridad, se convierte en un recordatorio de mi resiliencia y de mi capacidad para renacer.

No obstante, he tomado la firme decisión de no sucumbir a la desesperación, sino de ascender a la grupa de estos interrogantes y cabalgarlos con determinación. He elegido la senda del coraje, la senda de la exploración, porque sé que las respuestas más profundas se encuentran más allá de los límites de mi zona de confort.

Me he propuesto convertirme en la mejor amazona de mi convalecencia, domando cada incertidumbre con la disciplina y la fuerza de mi fusta. A veces, avanzo con un trote rítmico y mesurado, sintiendo el suelo bajo los cascos de mi caballo, cada paso una meditación en movimiento; otras, me lanzo al galope, sintiendo el viento en mi rostro, protegida por mi casco de montar y aplicando doma a cada situación. Este galope no es huida, sino una búsqueda apasionada, una inmersión en lo desconocido. Cada desafío se convierte en una oportunidad para perfeccionar mi técnica, para afinar mi intuición y para fortalecer mi vínculo con mi enigmático corcel.

Pero la vida no está exenta de tropiezos. A veces caigo del caballo, perdiendo el equilibrio en la silla, y en esos momentos de vulnerabilidad, recojo las riendas con renovada determinación y vuelvo a subir. Mi caballo, en esta travesía, es un enorme y misterioso interrogante, cuya doma me lleva a explorar los límites de mi propia resiliencia. Cada caída es una lección de humildad, una oportunidad para reevaluar mi camino y para encontrar nuevas formas de afrontar los obstáculos. La cicatriz de cada caída no es un signo de derrota, sino un emblema de mi perseverancia, un testimonio de que, a pesar de todo, sigo adelante.

El dolor nos impulsa a buscar sentido. Las preguntas son más fértiles que las respuestas, abriendo nuevas perspectivas. Aprendo de cada experiencia, usando la introspección y la reflexión para transformar el dolor en crecimiento. Cada obstáculo es una oportunidad para fortalecer el espíritu y forjar un nuevo camino, donde descubro la esencia de mi existencia y la fuerza para seguir evolucionando. Es en este viaje de autodescubrimiento donde encuentro la verdadera libertad, una libertad que no depende de la ausencia de dolor, sino de la capacidad de cabalgar a través de él.

❤️ Yo vivo en mis interrogantes y galopo con ellos. Mi alma se expande con cada pregunta sin respuesta, y mi corazón late al ritmo de la aventura de vivir.