En un mundo saturado de artificios y disfraces, la verdad se ha convertido en lujo peligroso y bien escaso.

En este entramado de máscaras y medias tintas, la coherencia emerge como mi elección y declaración de principios. Sentir, pensar, decir y hacer en perfecta alineación es pilar de mi existencia. Es, en esencia, mi armadura de cristal: protección transparente que, lejos de ocultar, revela. A través de ella se vislumbra mi fragilidad intrínseca, tenaz lucha diaria contra adversidades, grietas inevitables que la vida ha ido cincelando en mi. Pero es precisamente en esa transparencia radical donde reside mi mayor vulnerabilidad y, paradójicamente, mi profunda fortaleza. No existen dobleces ni mentiras que consuman mi energía vital. La resistencia de este cristal no se mide en su dureza impenetrable, sino en la pureza de su honestidad, aun si la vida me rompe.

Esta coherencia es mi escudo eficaz contra el desgaste emocional que provoca la impostura, constante esfuerzo de mantener fachada forzada. Se erige como pilar inquebrantable de mi paz interior. Sin embargo, también me expone al mundo tal como soy, con mis debilidades a la vista, vulnerable.

Es cierto que, en complejos procesos de enfermedad, durante la convalecencia o en momentos de dolor más agudo, mantener esta coherencia se torna desafío aún mayor. Lo que siento y pienso a veces se ve imposibilitado de ser actuado, las circunstancias me atan y limitan. Pero es precisamente en esos momentos de restricción forzada donde la necesidad de expresión se hace más patente. Por eso he creado este lienzo, este diario íntimo, transparente, para que al menos pueda transmitir las cosas que puedo y no puedo hacer. Así, la brecha, a veces impuesta por circunstancias, en mi coherencia queda explicada, comprendida, y no silencio que pueda confundirse sin ella.

Soy consciente de que, como humana, puedo equivocarme. Mi propia coherencia puede romperse involuntariamente, por desliz, mala interpretación, o error de juicio. Pero si ocurriera, no sería ruptura intencionada, sino tropiezo, imperfección que, lejos de negarla, la abrazaría como parte de mi viaje y transparencia. 

❤️ Yo intento ser coherente

En un cosmos donde la autenticidad es un tesoro cada vez más elusivo, me aferro a la coherencia como mi brújula inquebrantable. Esta no es una mera preferencia, sino una declaración de principios que moldea cada faceta de mi ser, desde lo más íntimo hasta mi interacción con el mundo. Sentir, pensar, decir y hacer se entrelazan en una danza armónica, formando un pilar fundamental que sostiene mi existencia. Es mi armadura de cristal, una protección singular que, lejos de ocultar, revela la verdad de mi esencia. A través de su transparencia, se vislumbra mi fragilidad intrínseca, la tenaz lucha que cada día libra mi espíritu contra las adversidades, y las inevitables grietas que la vida, con su paso incesante, ha cincelado en mí. Cada una de estas marcas no es un defecto, sino una cicatriz que narra una historia, un testimonio de resiliencia y aprendizaje.

Pero es precisamente en esta radical transparencia donde reside mi mayor vulnerabilidad y, paradójicamente, mi más profunda fortaleza. No hay cabida para dobleces, ni para el agotador y estéril esfuerzo de mantener mentiras, que consumirían mi energía vital, desviándola de propósitos más elevados. La resistencia de este cristal no se mide en su dureza impenetrable o en su capacidad para repeler los golpes, sino en la pureza inmaculada de su honestidad, una honestidad que se mantiene firme e inquebrantable, incluso si la vida, con su fuerza implacable, me rompe en mil pedazos. Es una elección consciente, un compromiso con la verdad que se erige por encima de la comodidad o la aceptación superficial.

Esta coherencia se erige como mi escudo más eficaz contra el desgaste emocional que provoca la impostura, ese constante y extenuante esfuerzo de mantener una fachada forzada, ajena a mi verdadero yo. Es el pilar inquebrantable de mi paz interior, una fuente inagotable de calma en medio de la tormenta más virulenta, permitiéndome navegar las complejidades de la vida con serenidad. Sin embargo, también me expone al mundo tal como soy, con mis debilidades a la vista, dejándome vulnerable ante las miradas ajenas y los juicios precipitados. Es un riesgo que asumo con plena conciencia, pues la autenticidad, la genuina expresión de mi ser, es un valor que supera con creces el miedo a ser juzgada o incomprendida.

Reconozco que, en los complejos y a veces tortuosos procesos de la enfermedad, durante la convalecencia, o en los momentos de dolor más agudo, mantener esta coherencia se convierte en un desafío aún mayor, casi titánico. Lo que siento y pienso a veces se ve imposibilitado de ser actuado; las circunstancias, con su peso ineludible, me atan y limitan mis acciones. Pero es precisamente en esos momentos de restricción forzada, cuando la impotencia acecha, donde la necesidad de expresión se hace más patente, donde el alma anhela comunicarse y trascender sus propias barreras físicas o emocionales. Por eso he creado este lienzo, este diario íntimo y transparente, para que al menos pueda transmitir con claridad las cosas que puedo y no puedo hacer. De esta manera, la brecha, a veces impuesta por las circunstancias externas y más allá de mi control, en mi coherencia queda explicada, comprendida, y no se convierte en un silencio que pueda confundirse con falsedad, desinterés o falta de compromiso. Es un puente de entendimiento, una forma de mantener el hilo conductor de mi verdad.

Soy consciente de que, como humana, soy falible y puedo equivocarme. Mi propia coherencia puede romperse involuntariamente, no por una intención maliciosa, sino por un desliz, una mala interpretación de la realidad o un error de juicio. Pero si esto ocurriera, no sería una ruptura intencionada, sino un tropiezo inherente a la condición humana, una imperfección que, lejos de negarla o disimularla, la abrazaría como parte intrínseca de mi viaje y de mi compromiso inquebrantable con la transparencia. No pretendo la perfección, una meta inalcanzable para cualquier mortal, sino la honestidad en cada paso, en cada pensamiento, en cada palabra y en cada acción. Es la búsqueda constante de una alineación profunda entre mi mundo interior y mi manifestación exterior.

❤️ Yo intento ser coherente. Es mi pacto conmigo misma, un juramento de fidelidad a mi propia verdad, mi compromiso inalienable con la autenticidad y la base sobre la cual construyo cada una de mis interacciones con el mundo que me rodea. Es, en esencia, la arquitectura de mi alma.