Cuando las palabras fallan, cuando el cuerpo se niega a hablar, el silencio se vuelve un lenguaje estridente y profundo.

Es ahí donde el alma se desnuda sin mediación, y donde la escucha interior se vuelve más clara y necesaria.

En esos momentos de quietud forzada, donde la voz se apaga y los gestos se ralentizan, emerge una comunicación más pura, desprovista de las complejidades y las trampas del lenguaje articulado.

El silencio no es la ausencia de sonido, sino la presencia de un mensaje que resuena en las profundidades del ser, esperando ser descifrado por aquellos que se atreven a escuchar.

Es por ello que no tengo boca, porque en este momento estoy en fase de observación y reflexión, de escucha y aprendizaje…

Este lienzo es solamente la bitácora de mi historia y mis pensamientos en voz alta.

Mi elección consciente de la quietud no es un signo de debilidad, sino una manifestación de fortaleza y una estrategia para una comprensión más profunda.

Al prescindir de la palabra hablada, me sumerjo en un estado de receptividad plena, permitiendo que las sutilezas del entorno y las resonancias internas se revelen sin distorsiones.

Este «lienzo» de pensamientos en voz alta es una ventana a un proceso interno de asimilación y crecimiento, donde cada idea y cada sensación se convierte en un trazo en la construcción de mi propia verdad.

En este silencio activo, no solo escucho, sino que absorbo, analizo y me transformo, y trato de que en que mi propia voz, enriquecida por esta fase de introspección, puedas encontrar consuelo o acompañamiento si así lo precisas, o facilitar mi diario a otros corazones que pudieran valorarlo.

❤️ Yo aprendo a leer mis silencios.

Aquí, donde las palabras se diluyen y el cuerpo se niega a la expresión convencional, el silencio no es una ausencia, sino una presencia atronadora y profundamente elocuente. Es en este espacio de quietud forzada donde el alma se desnuda sin artificios, revelando su esencia más pura. La escucha interior se agudiza, volviéndose una necesidad imperante para desentrañar los mensajes que residen más allá de lo audible.

En estos instantes de calma obligada, cuando la voz se apaga y los gestos se ralentizan, emerge una forma de comunicación más prístina, libre de las trampas y complejidades del lenguaje articulado. El silencio, lejos de ser la mera ausencia de sonido, se convierte en un resonante eco que habita en las profundidades del ser, esperando ser descifrado por aquellos que se aventuran a escuchar con atención.

Es por esta razón que la boca permanece cerrada, en una fase de observación y reflexión, de escucha activa y aprendizaje continuo. Este lienzo de pensamientos en voz alta es, en esencia, la bitácora personal de una historia en construcción, de ideas que fluyen libremente. La elección consciente de esta quietud no es un signo de debilidad, sino una manifestación de fortaleza y una estrategia deliberada para alcanzar una comprensión más profunda.

Al prescindir de la palabra hablada, me sumerjo en un estado de receptividad plena, permitiendo que las sutilezas del entorno y las resonancias internas se revelen sin distorsiones. Este «lienzo» de pensamientos en voz alta es una ventana a un proceso interno de asimilación y crecimiento, donde cada idea y cada sensación se transforma en un trazo fundamental en la construcción de mi propia verdad.

En este silencio activo, no solo escucho; absorbo, analizo y me transformo. La intención es que mi propia voz, enriquecida por esta fase de introspección, pueda ofrecer consuelo o compañía a quien lo precise, o servir de diario a otros corazones que puedan valorarlo y encontrar resonancia en él.

❤️ Aprendo a leer y a entender mis silencios, encontrando en ellos una fuente inagotable de sabiduría y autoconocimiento.