La dolencia me impone un paso lento, una ruta nueva y la obligación de improvisar a cada instante.

Cada amanecer trae consigo la incertidumbre de cómo el cuerpo responderá, de qué nuevas limitaciones surgirán. Sin embargo, en medio de esta batalla diaria, el mapa de mi alma, mi quién soy, no ha sido reescrito aún; estoy en ello, en ese proceso de afirmación y redefinición.

No soy mi circunstancia, sino la persona que aprende a caminar junto a ella, sin que esta le robe su identidad.

La enfermedad es una compañera indeseada, pero no es mi dueña. Me ha enseñado la resiliencia, la paciencia y una profunda gratitud por los pequeños momentos de bienestar. Ha pulido mi percepción, obligándome a mirar más allá de lo evidente, a valorar la fortaleza interior que desconocía poseer.

Es necesario guiarse con tu mapa interior, tus valores, tus principios, y caminar despacito pero con paso firme. Quizá por caminos nuevos, sí, senderos que antes ni siquiera consideraba, pero siempre hacia adelante, explorando cada curva y cada desafío como una oportunidad para redescubrirme y crecer.

La esencia que me define, aquello que me hace única, se mantiene a pesar de la adversidad. El dolor puede dictar la velocidad y la dirección de mis pasos, puede obligarme a detener, a descansar, a cambiar de planes, pero no tiene el poder de borrar mi autenticidad, mi pasión, mi capacidad de amar y de soñar: el trazo de mi mapa.

Estoy en un viaje de descubrimiento, de adaptación, de aceptación, pero siempre con la mirada fija en ese horizonte inquebrantable de mi ser más profundo.

❤️ Yo sigo siendo yo, aunque cambien mis pasos.

La dolencia se ha convertido en una sombra constante, imponiendo un paso lento y una ruta incierta. Cada amanecer trae consigo la incertidumbre de cómo el cuerpo responderá, de qué nuevas limitaciones surgirán, como si cada día fuese un lienzo en blanco donde la enfermedad traza sus caprichos. Sin embargo, en medio de esta batalla diaria, el mapa de mi alma, el inmutable «quién soy», no ha sido reescrito. Estoy inmersa en un proceso de afirmación y redefinición, no porque la enfermedad me haya cambiado, sino porque me ha obligado a mirar más profundamente dentro de mí.

No soy mi circunstancia; soy, más bien, la persona que aprende a caminar junto a ella, sin permitir que le robe su identidad. La enfermedad es una compañera indeseada, un espectro que me sigue, pero jamás será mi dueña. Paradójicamente, me ha enseñado la resiliencia, una paciencia que desconocía y una profunda gratitud por los pequeños momentos de bienestar que antes daba por sentado. Ha pulido mi percepción, obligándome a mirar más allá de lo evidente, a valorar la fortaleza interior que desconocía poseer. Es un viaje hacia mi propio centro, donde la adversidad se convierte en un espejo que refleja mi luz más auténtica.

Es necesario guiarse con tu mapa interior, tus valores y tus principios, para caminar despacito pero con paso firme. Quizá por caminos nuevos, sí, senderos que antes ni siquiera consideraba, pero siempre hacia adelante, explorando cada curva y cada desafío como una oportunidad para redescubrirme y crecer. Cada obstáculo se transforma en una lección, cada tropiezo en un impulso para levantarme con más fuerza. La vida me ha llevado por senderos inexplorados, pero mi brújula interna, forjada en la esencia de mi ser, siempre apunta al norte.

La esencia que me define, aquello que me hace única e irremplazable, se mantiene a pesar de la adversidad. El dolor puede dictar la velocidad y la dirección de mis pasos; puede obligarme a detenerme, a descansar, a cambiar de planes inesperadamente, como un río que busca su cauce. Pero no tiene el poder de borrar mi autenticidad, mi pasión inagotable, mi capacidad de amar sin reservas y de soñar sin límites. Es el trazo indeleble de mi mapa interior, una obra de arte inacabada que se enriquece con cada cicatriz.

Estoy en un viaje de descubrimiento, de adaptación constante y de una profunda aceptación de mi nueva realidad, pero siempre con la mirada fija en ese horizonte inquebrantable de mi ser más profundo. Es un pacto conmigo misma: seguir siendo yo, a pesar de que el camino me exija otros pasos.

❤️ Yo sigo siendo yo, aunque cambien mis pasos. Y en esa afirmación radica mi verdadera fortaleza, mi inextinguible llama.