No estoy rota/o, aunque a veces lo sienta así, con esa punzada que me atraviesa el pecho y me recuerda los golpes recibidos. Las cicatrices que marcan mi piel, las operaciones que han transformado mi cuerpo, las heridas que han dejado huella en mi alma… no son signos de debilidad, no son poda que me debilita, no son grietas que amenazan con derrumbarme. Al contrario, son el terreno fértil, los lugares precisos donde se injerta nueva vida, donde la fortaleza se enraíza y la esperanza florece con más intensidad.

Soy como un árbol antiguo, venerable y sabio, que ha resistido tormentas y sequías, pero que, a pesar de todo, se alza majestuoso. Justo en la rama que parecía muerta, la que creía irrecuperable, brota un retoño verde, un nuevo tallo lleno de vitalidad. Así también yo, en esos lugares donde hubo corte, donde sentí la incisión del dolor o la pérdida, llevo brotes nuevos, promesas de crecimiento y renovación. Cada herida es una oportunidad para que una parte más resiliente de mí emerja, una versión más sabia y compasiva.

No soy tala que arranca de raíz, ni poda que mutila y debilita. Soy la promesa de un renacer constante, la capacidad innata de mi ser para transformarse y encontrar la belleza en la imperfección, la fuerza en la vulnerabilidad. Soy el recordatorio de que, incluso después de los inviernos más crudos, la primavera siempre regresa, trayendo consigo la promesa de flores y frutos. Soy la viva imagen de la resiliencia, la prueba de que se puede florecer en la adversidad, y que cada cicatriz cuenta una historia de superación y vida.

❤️ Estoy injertada de vida

No estoy rota/o, aunque a veces lo sienta así, con esa punzada traicionera que me atraviesa el pecho, recordándome cada golpe recibido, cada caída, cada momento de vulnerabilidad. Las cicatrices que, como mapas silenciosos, marcan mi piel; las operaciones que, con su bisturí, han transformado mi cuerpo; las heridas profundas que han dejado su huella imborrable en mi alma… No, no son signos de debilidad, no son la poda que me debilita hasta la extenuación, no son grietas amenazando con derrumbar mi estructura. Todo lo contrario. Son el terreno fértil por excelencia, los lugares precisos y elegidos donde se injerta nueva vida con vigor inaudito, donde la fortaleza se enraíza con mayor profundidad y la esperanza, desafiando la oscuridad, florece con una intensidad que asombra.

Soy como un árbol antiguo, venerable y sabio, cuyas raíces se hunden en la tierra de la experiencia. Este árbol ha resistido innumerables tormentas, ha soportado sequías prolongadas y heladas inclementes, pero, a pesar de todo, se alza majestuoso, con sus ramas extendiéndose hacia el cielo. Justo en esa rama que parecía muerta, la que creí irrecuperable, brota un retoño verde, un nuevo tallo lleno de una vitalidad sorprendente. Así también yo, en esos lugares donde hubo un corte abrupto, donde sentí la incisión del dolor más agudo o la pérdida más desoladora, llevo brotes nuevos. Son promesas de un crecimiento inesperado y una renovación constante. Cada herida no es un final, sino una oportunidad para que una parte más resiliente de mí emerja, una versión más sabia, más compasiva y más fuerte.

No soy la tala que arranca de raíz, condenando a la existencia al olvido. Ni soy la poda que mutila y debilita, dejando un vacío irrecuperable. Soy, en cambio, la promesa inquebrantable de un renacer constante, la capacidad innata e intrínseca de mi ser para transformarse, para encontrar la belleza más pura en la imperfección más evidente y la fuerza más poderosa en la vulnerabilidad más expuesta. Soy el recordatorio viviente de que, incluso después de los inviernos más crudos y desoladores, la primavera siempre regresa, puntual e implacable, trayendo consigo la promesa de flores exuberantes y frutos dulces. Soy la viva imagen de la resiliencia, la prueba irrefutable de que se puede florecer en la adversidad más profunda, y que cada cicatriz, lejos de ser una marca de derrota, cuenta una historia de superación, de lucha y, en última instancia, de vida.

❤️ Estoy injertada de vida, una vida que se reinventa, que se nutre de sus propias heridas para crecer más fuerte y más bella.