En las profundidades de mi ser, al igual que el mítico Ave Fénix, siento la imperiosa necesidad de reconstruirme. Mi «nido» no es de ramas y hojas, sino de la esencia misma de mi voluntad, donde cada elemento es cuidadosamente seleccionado para catalizar mi renacimiento.

Las materias primas más ricas de la tierra Fénix tienen su eco en mis propias elecciones. Mis «ramitas de autoestima», frágiles a veces pero fundamentales, soporte de mi estructura. Las «briznas de mi motivación», pequeñas pero llenas de chispa, impulso que me mueve a seguir. La «resina de mi dignidad» o pegamento que mantiene unida cada parte de mí, asegura que no me desmorone ante adversidad. Las «hojas de mis ilusiones», vibrantes y llenas de promesas, alimento que nutre mi espíritu. Las «hierbas de mi amor propio», las más sanadoras y vitales, ungüento que cura heridas y me permite florecer.

Estos elementos no son adornos; son pilares sobre los que construyo fortaleza. Me ayudan a resurgir con resiliencia y perspectiva más clara de mis desafíos.

En este proceso de recuperación, cada acción es inversión en bienestar. Las fisioterapias se convierten en sesiones de alineación, no solo de mi cuerpo sino también mi espíritu. El yoga restaurativo es bálsamo que calma mi mente y estira mis límites. Los hábitos saludables no son restricciones, sino actos de autocuidado que me devuelven energía. Los paseos, son exploraciones de mi entorno e interior, donde cada paso es liberación. Los descansos reparadores, como siestas, son pausas esenciales para recargar esencia. La nutrición sana es combustible que alimenta cuerpo y alma. Las respiraciones aprendidas, anclajes que me devuelven al presente, alejando ansiedad y miedo.

Todo aquello que con «esfuerzo titánico» pongo de mi parte para mejorar, para «preparar ese nido para mi regreso a la vida», es manifestación de mi inquebrantable deseo de vivir bonito. Cuando sea posible, deseo regresar «de forma segura», no solo más fuerte, sino también más sabia, más compasiva conmigo misma y con los demás, lista para abrazar cada amanecer con certeza de que he construido refugio inexpugnable en de mí.

❤️ Ya construyo mi nuevo nido

En las profundidades más recónditas de mi ser, en ese núcleo inmutable y esencial de mi existencia donde el yo verdadero reside, resuena un llamado primigenio, un impulso tan imperioso y fundacional como la leyenda misma del Ave Fénix: la ineludible y vital necesidad de la reconstrucción total. Mi «nido» es, en realidad, un concepto que trasciende la mera acumulación física de ramas y hojas; es una matriz de transformación alquímica, forjada íntegramente con la esencia pura de mi voluntad inquebrantable y mi deseo de trascendencia. Es un santuario interior, un laboratorio de la psique, donde cada componente es seleccionado y dispuesto con una conciencia tan meticulosa como la de un artesano espiritual, actuando como un poderoso catalizador para mi renacimiento. No busco simplemente sobrevivir, sino resurgir en una forma radicalmente mejorada.

Las materias primas más ricas, sólidas y esotéricas, aquellas que se dice provienen de la mítica tierra Fénix y que contienen el poder del fuego purificador, encuentran su resonancia perfecta en mis propias elecciones internas y en las decisiones que tomo día a día, creando una arquitectura emocional y espiritual diseñada para la sanación definitiva:

  • Mis «ramitas de autoestima»: A veces se presentan frágiles, sí, doblegadas por la virulencia de las tormentas emocionales pasadas y las decepciones del camino, pero son, en su humildad, el soporte fundamental de mi estructura interna, el andamiaje espiritual sobre el que decido elevarme, paso a paso, hacia mi propia luz.
  • Las «briznas de mi motivación»: No son grandes llamaradas, sino pequeñas y persistentes chispas de luz, repletas de la energía incontenible del inicio. Son el motor vital que me empuja a seguir avanzando, incluso, y quizás especialmente, cuando el camino se presenta más oscuro, incierto y solitario.
  • La «resina de mi dignidad»: Es el pegamento sagrado e incorruptible que mantiene unida cada parte de mí, desde la memoria de mis logros hasta la aceptación de mis fallas. Es el sello irrompible que asegura mi cohesión interna y evita que mi espíritu se desmorone ante la más feroz y tentadora de las adversidades. Es mi no negociable conmigo misma.
  • Las «hojas de mis ilusiones»: Siempre vibrantes con el color de la esperanza más genuina y llenas de las promesas de futuros posibles y construibles, son el alimento nutritivo y renovador que sustenta mi espíritu y mi visión a largo plazo, recordándome que la vida es un lienzo en blanco esperando ser pintado.
  • Las «hierbas de mi amor propio»: Son la medicina más potente y vital, el bálsamo ungüento sanador que cura, no solo superficialmente, sino desde el origen, las heridas más profundas y antiguas, permitiéndome florecer en una versión de mí misma intrínsecamente más fuerte, auténtica y compasiva.

Estos elementos constitutivos no son simples adornos poéticos para un texto introspectivo; son los pilares fundamentales y estratégicos sobre los que estoy construyendo una fortaleza emocional y espiritual inexpugnable. Me asisten no solo para resurgir de las cenizas de lo que fui, sino para hacerlo con una resiliencia totalmente renovada y a prueba de futuro, dotándome de una perspectiva mucho más clara, aguda y, sobre todo, compasiva frente a mis desafíos personales y las complejidades de la vida.

En la cúspide de este profundo y consciente proceso de recuperación y autoconstrucción, cada acción cotidiana, por mundana que parezca, se convierte en una inversión deliberada y consciente en mi bienestar integral. Dejo de hacer por obligación y empiezo a hacer por vocación de bienestar:

  • Las fisioterapias: Dejan de ser percibidas como meros ejercicios mecánicos o una obligación médica para transformarse en sesiones de alineación profunda, que sincronizan meticulosamente no solo la estructura ósea y muscular de mi cuerpo físico, sino también el flujo, la energía y la quietud esencial de mi espíritu.
  • El yoga restaurativo: Es un bálsamo que calma y aquieta la tempestad persistente de mi mente, mientras estira, con una gentileza firme e inquebrantable, los límites autoimpuestos y las fronteras de mi existencia. Me recuerda que la flexibilidad es tanto mental como corporal.
  • Los hábitos saludables: No son percibidos, bajo ninguna circunstancia, como restricciones, privaciones o sacrificios, sino como actos de autocuidado supremo y de profundo respeto hacia mi templo. Actúan como diques de energía positiva, devolviéndome el vigor y la vitalidad que había considerado perdidos.
  • Los paseos en soledad: Son mucho más que simple movimiento o ejercicio; son exploraciones conscientes tanto de mi entorno circundante, observando la belleza del ahora, como de mi universo interior. En ellos, cada paso firme es una pequeña, pero significativa, liberación de cargas emocionales, mentales y físicas innecesarias.
  • Los descansos reparadores: (incluyendo siestas estratégicas y pausas activas a lo largo del día) son reconocidos y honrados como pausas esenciales, como el recogimiento sagrado y absolutamente necesario para recargar la esencia misma de mi ser, para que la vasija no se vacíe por completo.
  • La nutrición sana y consciente: Es el combustible vital, la alquimia que alimenta con igual importancia, equilibrio y respeto tanto mi cuerpo físico como mi alma en búsqueda de plenitud.
  • Las respiraciones aprendidas y profundas: Son anclajes firmes y constantes que me devuelven, una y otra vez, al sagrado presente, disipando la niebla invasiva de la ansiedad por el futuro y el miedo a lo desconocido, que son los grandes enemigos de la paz interior.

Todo este esfuerzo sostenido, que a ratos siento como un genuino «esfuerzo titánico» de voluntad, disciplina y renegociación conmigo misma, es la manifestación tangible, pura e ineludible de mi inquebrantable deseo de vivir una vida bonita, significativa y plena. Poner absolutamente todo de mi parte para «preparar ese nido para mi regreso a la vida» no es una opción, es mi declaración de intención más profunda y mi compromiso fundamental.

Mi deseo más íntimo es regresar «de forma segura», emergiendo de esta transformación no solo visiblemente más fuerte o funcional, sino también intrínsecamente más sabia por la experiencia vivida, más compasiva conmigo misma en el proceso y, por extensión lógica, con todos los que me rodean. Estoy activamente construyendo mi refugio, mi nuevo templo, lista y expectante para abrazar cada nuevo amanecer con la certeza inamovible de que he erigido, desde las profundidades, un santuario interno inexpugnable, un verdadero nido de Ave Fénix.

❤️ Ya estoy construyendo, día a día, ladrillo a ladrillo, con amor, conciencia y una fe renovada, mi nuevo nido.