Un cielo regado de estrellas, una noche bella. Afloran emociones envueltas en canciones y la luna destella en el cielo, opuesta al suelo y al duelo, tras una nube melancólica que elude simbólica lo que fue y aquel traspié. Una copa de vino en el regazo que habla de un camino sin abrazos y contempla el firmamento desde su lamento, y sonríe, dando por hecho que los recuerdos están en barbecho y sintiendo que los hechos son cuerdos a pesar de todo, y que el lodo solidificará formando una escultura que perdurará en la locura, una estatua pulida por momentos que le darán forma a la nueva galería donde los lamentos sellarán una nueva vida de alegría, con muchas más obras que dejarán legado, duchas, hermosas e infinitas, en un futuro marcado de cosas bonitas. Está por llegar, y llegará. De una forma u otra acontecerá, y la copa de vino se llenará y mostrará un nuevo camino. Te tiendo mi mano, y no será en vano. Cógela y juntos llenaremos el decorado con un amor sagrado.