He besado muchas ranas, pero la de hoy, me ha besado a mi. Me explico.
Hoy me ha besado una rana; con una nana mecía mis canas y la vida me ha pasado en un instante, frente al estanque. Se ha parado, se ha detenido, y ha nublado todos mis sentidos. Hoy ha sido un día mágico, de reencuentros nostálgicos y vida en pedazos y abrazos formando un retablo maridado con vino, y con sino. Hoy mi camino ha sonado lleno, pleno, y el destino ha acompasado a una soprano y a un barítono. He descubierto un rincón mágico, con un fervor extraño y trágico porque mi rana ha cantado sólo en momentos señalados y me ha enseñado que los tormentos infundados no entienden de pasado, y que el futuro es duro porque aún no ha llegado. Hoy es el presente maduro de una vida contemplando corazones inertes de los que me saturo, pero de repente, en un jardín puro, mesuro mi temple y rezuma vida, en el cantar de una pequeña rana sentida, en el bailar de las ganas de frescura y hermosura, en el vibrar de una amiga curtida que me anima, en el despertar de un encuentro con un conde que se esconde entre bambalinas y aires de tramuntana para mostrar con más ganas su carisma. Hoy Rossini y Puccini han cantado con una rana, mi rana, la que me ha dejado hechizada en el corazón de una montaña…
(Recuerdos del verano pasado, una tarde de ópera en los jardines de la Posesión de Son Vich de Superna, en la que una rana de la fuente acompañó a los cantantes y me dejó hechizada en una experiencia mágica).