No entiendo el presente, con su gente inerte, con la falta de duende. No comprendo la vida sin su carisma, y mi prisma no olvida que mi corazón se revuelve con los estigmas de la razón y también de la pasión, que los combina, que los destina a un único objetivo que siempre es el motor: el amor. Desde cualquier perspectiva, por doquier, la vida hoy agresiva no nos deja ser, está perdida, confusa, rendida, difusa… Antaño una mujer era musa, no de un rebaño, y no resultaba extraño su valor, como un paño de furor que cuando sonreía, se la defendía desde un caballo ganador o perdedor, pero se hacía, se insistía, se merecía. No concibo el presente inerte donde todo vale y nada es fuerte, donde sobresale lo esquivo y el compromiso iluso es como un guiso insulso, lascivo, repulso y tan sencillo que pierde brillo. Yo quiero ser mujer, quiero merecer y ofrecer a un caballero coherente, fuerte, seguro y presente. Quiero salero, esmero, y sentir el sosiego de valer lo que valgo, con respaldo, con apego seguro y decidido, continuo y permitido en un presente sentido. Quiero que la vida me vuelva a dar lo que una vez sentí al amar y evocar lo correspondido hasta el infinito y más allá.
(*dibujos de Nonnetta)