Gira la cabeza y gira la certeza de que la vida es traviesa. Conoces, respondes, esbozas una historia que parte de la memoria y retozas en una noria porque a veces da coces. Incoherencias atroces que hablan pero no actúan, que ladran pero no sudan, que mandan en la locura. Piensas que conoces y ni los roces hacen que conozcas, roces torpes y sombras toscas, te sonrojan las voces y se tornan estrechas, maltrechas, y a veces la persona cambia y asoma vacía, esa persona antes con labia derecha, ahora parece sombría. Desaparece, enloquece, ya no apetece porque no es coherente, es inerte, y el siempre se convierte en no conviene, no me entiende o no provee de todo lo que ha contado, y lo que ha mencionado no procede y adormece los sentidos conmovidos y tristes, y no son despistes, son premeditados, son olvidos no soñados. Maldigo la hora de conocerte y creerme fuerte, porque la fortaleza reside en la entereza sin sorpresas, la de veras, la que me parezca más honesta y se cumpla, se asuma y se consuma. Las historias deben ser de verdad siempre, las personas pacientes y la genuinidad intacta, compacta y fehaciente. ¿Y tú? ¿Quien eres y por qué mientes? ¿Por qué conviertes la vida en vacío, la dicha en olvido y dejas que espere lo que no eres? Cobarde en un alarde de madurez y sensatez, cuando ya no te aguarde, será tarde…