Estoy valorando varias opciones de fisioterapia, rehabilitación, neuropsicología, medicina privada, pública… Todo es confuso.
Cada uno me cuenta una película distinta y es agotador.
Medicinas si, pregabalina no; fisioterapia si, pero cuidado que puede dañarme más; ir por privada es tan sólo negocio, pero la pública está saturada; mejor reposa, pero haz actividad física; camina, pero no salgas de casa; masajes, pero que no te toquen; duros efectos del dolor, pero los efectos de los calmantes hacen daño; incorpórate a tu vida, pero sigue de baja… No sé cómo llevar el peso de tanto oxímoron.
Yo sólo quiero estar bien, fluir y recuperar mi vida…
Hoy me levanto y el silencio de la habitación parece retumbar más que de costumbre, como si el mundo supiera que he decidido quitarme la venda. Me bajo de la cama con los calcetines arrugados y con el temor de quien sabe lo que va a encontrar, y ahí está, el viejo dolor, como un amigo que no fue invitado pero insiste en quedarse. Duele la espalda, las cervicales… el lado derecho de mi cuerpo se convierte en un mar de punzadas, un hormigueo lento y continuo que me hace cerrar los ojos y contener el aliento.
Lo había adormecido durante un tiempo, tapado como quien coloca una manta sobre una ventana rota para no sentir el frío. Además me he acostumbrado a sentirlo. Pero yo ya no quiero el calor falso de la medicación, no quiero acallar al monstruo, quiero que se marche de una vez, quiero que me arreglen, que me devuelvan un cuerpo que funcione sin tantos parches, que me dañan de muchas otras maneras.
Mientras me preparo para enfrentar otro día en esta especie de limbo, recuerdo las veces que me he prometido que nunca dejaría que el dolor me definiera. Y aquí estoy, batallando en la oscuridad, con la piel sensible al más leve roce, pero también con una voluntad de hierro. No pienso dejar que me gane, aunque confieso que a veces siento miedo, y estoy agotada. El camino es incierto, y las opciones médicas se desvanecen y reaparecen como lucecitas lejanas que no puedo alcanzar. Hay días en los que el mundo se vuelve borroso, y cada movimiento parece un esfuerzo hercúleo, un recordatorio de mi fragilidad, de esa vulnerabilidad que no se cura con una pastilla.
Sigo de baja en el trabajo, y siento el peso de lo que se acumula en mi ausencia, e incluso una punzada de culpa por mis compañeros y responsabilidades. Pero en mi mente no hay descanso, y la vida sigue girando, implacable, esperando que yo tome una decisión, que me decida entre más tratamientos, más exploraciones, fisioterapias, neuropsicologías, más citas con médicos que tienen respuestas técnicas, pero no soluciones reales, pues sigue el dolor. Algo no va bien. Tampoco comprenden la parte humana, ni la contemplan, y no me ayudan a sobre llevar cinco años de dolor. Es duro.
Es una encrucijada donde todo es dolor y resiliencia. Donde a cada paso le pregunto al universo cuánto más puedo soportar, y sin embargo sigo. Porque, aunque duela, no voy a renunciar a buscar la forma de liberarme de esta sombra. Porque soy una guerrera. Porque merezco más que un adormecimiento. Merezco despertar, sin el peso de esta carga en cada rincón de mi cuerpo, y de mis emociones cansadas y maltrechas.
Tengo que hacer un cambio de vida, y tengo que hacerlo ya.
No sé por dónde empezar, pero se supone que soy Project Manager, así que me trataré a mi misma como a un proyecto y empezaré por capas a trazar un plan, o como decía Mark Gungor en The Nothing Box, por cajas, como los hombres.
Caja de la salud:
Esta es la principal, claro, y la que motiva y provoca este artículo y esta reflexión, y la razón de mi cambio de vida.
1/ He activado protocolos de neurocirugía de seguridad social, además de continuar con la segunda opinión y el plan de pago sobre la mesa. Quiero poder conocer opciones, y decidir cómo proceder, pues mi pronósticode vida no es bueno.
2/ Esta semana voy a investigar opciones de fisioterapia alternas
3/ Debo (esta es la parte más difícil para mí) hacer un cambio de hábitos saludables. Comenzar a caminar, ejercicio, vivir sano, y cuidar cuerpo y mente. El ejercicio se me hace un mundo.
4/ Ya estoy dejando la Pregabalina y cualquier medicamento agresivo. Se me ha despertado el dolor.
Caja de trabajo:
1/ Quiero conservar mi trabajo. Es mi vida. Estoy preocupada porque quiero seguir perteneciendo a esa vida y confío en poder volver y poder seguir asumiéndola.
2/ Presento mis informes y estoy en constante contacto.
3/ A medida que el agotamiento, dolor y cese de medicinas me lo permitan, quiero retomar horas al día para continuar preparando mi regreso a la empresa
4/ Quiero ser capaz de ayudar a mi padre con la fundación que hemos montado, y aportar más. Retomar funciones y empujar con él.
Caja del amor:
1/ Estos meses he pensado mucho, mucho, en todo. Mi estado natural óptimo es compartir mi vida en pareja, y es un objetivo. Me gusta estar sola, sé estar sola, pero me encantaría encontrar un modo de vida compartido pleno y feliz que mejore este estado.
2/ Quiero despertar mi ocio a medida que esté bien y conocer a personas interesantes, afines a mí y a mi vida, y tener la posibilidad de encontrar una gran historia de amor. Por supuesto soy consciente de que la estadística no está a mi favor, por edad, tipo de vida, momento social, actitudes y coherencias, principios y valores propios y ajenos, e incluso momento físico… pero quiero encontrar una gran historia de amor, bonita, limpia, sana y natural. Aún tengo tiempo a emprender un proyecto de vida con alguien, y lo voy a luchar.
Caja de entorno:
1/ Quiero cuidar mejor q mi entorno, amigos, familia, conocidos, vecinos… quiero retomarme a mi misma en ese sentido, pero con filtros. Quiero ser yo, quiero seguir dando amor y cuidando, pero controlado, sin descargarme, primero debo aprender a cuidarme a mi antes que a los demás, para poder dar de forma sana.
Caja creativa:
1/ Soy tremendamente creativa, y quiero retomar esos momentos de ocio creativo y hacer cosas bonitas. Crear me sienta bien, en casa, en mi vida, en mi ocio, en mi entorno. Pintar, escribir, hacer más bonito mi hogar, mis hobbies, producir cosas preciosas que calman mi hambre de belleza.
Caja de economía:
1/ He de potenciar maneras de ganar dinero, y de ahorro. Quiero tener una vida holgada porque si, el dinero da la felicidad al utilizarlo con coherencia para ello, da paz, da tranquilidad, da estabilidad, y provoca que se puedan asumir de la mejor manera todos los puntos anteriores y la autorrealización. Mi futuro es solitario, no tengo hermanos ni mucha familia, por lo que el dinero asumirá y me ayudará a tener un futuro con mayor calidad de vida y cubrir confort y necesidades que la faciliten, y que hagan que mi pronóstico de salud sea lo mejor posible.
Caja física:
1/ No estoy en mi mejor momento físico, por mi estado de salud y lo que conlleva (medicaciones, inactividad, etc.) y por edad y pre-menopausia.
2/ He de comenzar tratamientos de belleza y estética diversos, acompañando los de salud. Cuerpo, cabello, uñas, kilos, hormonas, etc deben empezar a recibir ayuda externa para poner todo a raya y en equilibrio y cuidar mi mejor versión acorde con mi momento y edad. Para mí es muy importante, para mi autoestima, puesto que eso ahora mismo baja mi moral y amor propio. Las medicinas agresivas de estos cinco años de operaciones me han destrozado el cuerpo, y he de mimarlo.
Tengo mucho trabajo por delante, pero pasito a pasito, trazo mi plan. No quiero estresarme y no puedo hacer todo de golpe, pero me doy 5 años para definirlo todo, desde todos los ámbitos, desde todas las perspectivas. Creo honestamente que tengo una buena base, unos buenos cimientos como persona, claridad en objetivos, así que esa debe ser mi vitamina y motivación, poco a poco.
Hace ya 6 meses que me operaron, y cinco años que empezó esta pesadilla. Hoy se me ha abierto una ventana, y al menos puedo respirar y ver un poco de luz…
Como he ido reflejando en mis escritos en este lienzo o diario donde vomito con palabras casi ordenadas mis cosas, algo no va bien. La deshumanización del equipo médico que me ha tratado en ambas ocasiones ha ido en completo deterioro, y me he visto desamparada. Mi cuadro de dolor, pero también de frustración, me han llevado a decidir buscar una segunda opinión y me he apoyado en buenos amigos para dar con el nuevo equipo médico que pudiera, sobre todo, aportar claridad de una vez por todas. Se trata del Dr. Pedro Llinás y su clínica especializada en columna: IMAR
Aún no sé si estoy viviendo un escenario de negligencia médica por parte del Grupo Olabe y el grupo Quirón, o simplemente es una fusión de mala suerte y genética, pues nunca sabes quién tiene razón en temas que ignoras y todo son saltos de fe, pero desde luego cobra más sentido toda la información de mis nuevos médicos. Es como si de repente, se hubiera montado el puzzle.
Hace 5 años que me rompí por primera vez, y comenzó mi odisea. Todo apunta a que en aquel momento podrían haber curado las vértebras afectadas pero también protegido las colindantes con una placa de titanio que las abrazara y las resguardara, pero no se optó por eso sino que se puso un cajetín de titanio entre vértebras. Cinco años después, me he vuelto a romper en un efecto dominó, en las vértebras colindantes, y se me ha formado una artrosis crónica, entre otras cosas. Desconozco si esto se podría haber previsto, y eso voy a tratar de averiguar, pero el problema de mi columna ya era perfectamente visible y creo que si, que se podría haber pensado en el futuro que, desafortunadamente, ha ocurrido. Mi presente es duro, pero mucho más duro es pensar que ya no tiene solución lo que se podría haber evitado y que la vida me depara sufrimiento, dolor y mala calidad en deterioro, hasta el fin de mis días.
Sobre la posibilidad de negligencia y mala praxis, es algo que también debo reflexionar, y asesorarme. Estoy en ello.
Ahora veré qué opciones tengo sobre la mesa, y cómo decido y avanzo, porque de estas decisiones dependerán mi mejoría, mi calidad de vida, y mi gestión del dolor.
Lo voy a encarar con valentía y fuerza, y soy consciente de que he de trabajar en un cambio de hábitos y forma de vivir para luchar por que mi deterioro inminente se retrase lo más posible, y sea llevadero, o incluso nunca se manifieste el peor escenario si lucho con constancia, esfuerzo, actitud y cabeza. No puedo ignorar mi realidad pero sí puedo mejorarla, combatirla, depende de mi. Mi actitud es fuerte y buena, así que se ha acabado el lamento y ahora me toca confrontar y reaccionar. Esto incluye mucho trabajo, alimentación, peso, fisioterapia, neuropsicología, ejercicio, horarios, gestión de estrés… pero soy una guerrera, y haré lo necesario.
Este es el informe de mi situación:
Informe Dr. Llinás
Este informe médico resume el historial y el estado actual de la columna cervical de Marta Bonet Barceló. Te explico cada sección en términos sencillos:
1. Antecedentes:
• Artrodesis cervical C5-6 en 2019: Marta tuvo una cirugía en 2019 para fusionar las vértebras C5 y C6, lo cual es común para estabilizar la columna y reducir el dolor. Se le implantó prótesis de Titanio.
• Foraminotomía C6-7 en 2024: En abril 2024, le hicieron otra cirugía en las vértebras C6 y C7 para aliviar presión en el nervio que causaba dolor en el lado derecho del cuerpo con énfasis en brazo derecho.
2. Situación actual:
• A pesar de las cirugías, Marta sigue teniendo dolor en el cuello y en la parte derecha, lo cual indica que el dolor es de tipo neuropático (relacionado con los nervios).
3. Resultados de las pruebas recientes:
• Resonancia magnética (RMN): Revela una estrechez en el canal de las vértebras C4 a C7, pero sin afectar la médula espinal, de momento. También hay un pequeño “artefacto” de Titanio (relacionado con la intervención quirúrgica previa) en la zona C5-6.
• TAC: La columna cervical está completamente recta, lo cual es anormal ya que la columna debe tener una curva natural. Además, se observa desgaste avanzado en las articulaciones entre las vértebras C4-5 y C6-7.
4. Diagnóstico:
• Se concluye que Marta tiene espondilosis cervical (desgaste de la columna) con disc artrosis severa (desgaste de los discos entre las vértebras) en varios niveles.
Recomendaciones: • Se indica que Marta siga un protocolo de rehabilitación y realice una profunda valoración psicológica, lo cual podrá ayudarle a manejar el dolor crónico y su nueva realidad. Tratamiento de fisioterapia y neuro psicología , de 6-12 meses.
En resumen, el informe indica que, a pesar de las intervenciones previas, Marta sigue teniendo dolor en la columna cervical, y el desgaste de las vértebras ha avanzado. También cansancio agudo. Le proponen rehabilitación y apoyo psicológico para mejorar su nueva realidad y calidad de vida, teniendo en cuenta el cuadro de dolor crónico. Ser debe complementar con una re-educación de higiene postural y nuevos hábitos de vida. De momento no se recomienda nueva intervención, hasta ver resultados de rehabilitación.
La incorporación laboral debe ser progresiva, requiriendo Marta un tiempo aún para reducir medicación (Pregabalina) hasta hacerla desaparecer, mientras la rehabilitación la fortalece y en el caso de que lo permita la mejoría.
A medida que se vaya incorporando a su ritmo de vida habitual y laboral con viajes y transportes en los próximos meses, recomiendo encarecidamente utilizar collarín en los desplazamientos y momentos de cansancio y sobre esfuerzo.
La incorporación al trabajo y a la vida cotidiana activa no debe ser inmediata, sino cuando de forma natural, al menos los dos primeros meses de rehabilitación, permitan ir ampliando esfuerzos, recuperando sueño de calidad, eliminando medicación agresiva y reforzando posturas y protección muscular que palie el dolor.
Hoy me visto de gala con la elegancia de un atuendo hecho con tela de deseos, cachemir de sueños y paño de días imperfectos; porque son esos días los que activan la sangre, los que te regala la vida en un enjambre de adrenalina. Como complementos, un sombrero que esconde las tinieblas y un pañuelo de anhelos que es suave al tacto y regio de impacto, y cuando lo ves, tiemblas. También llevo zapatos de los que dejan huella al paso, huella de decisión y trazo de emoción por allá donde camino y observo el destino. Y es que hoy voy a recorrer un sendero de baldosas amarillas y me maquillaré de sonrisa con esmero, porque tengo prisa y se que me dirijo al resto de mi vida y de mi lucero. Y hoy es un día cualquiera, no penséis que ocurre algo extraordinario, no, simplemente, sea el día que sea, quiero andar con entusiasmo y escribir mi diario para que cuando envejezca, sepa que viví una vida plena, en la que cada día vestía sueños y fantasías que cumplía en cada paso, desde el amanecer al ocaso, y con el alma llena.
Mañana cumplo 47 años, y dentro de mi reflexión, me doy cuenta que sólo quiero que suenen a tranquilidad. Tan simple y tan complejo; la calma, el sosiego, la paz, la armonía… Ha sido un año duro, de hecho, han sido cinco años duros entre salud, 3 operaciones, pandemia, cambios, nuevas perspectivas laborales y cerrar mi empresa de 20 años, amores fallidos que han dolido, se fueron mis gatitos con 17 años a mi lado, robo en casa, fallecimientos de familiares y varios amigos… pero llenos de vivencias y reflexiones que simplemente me llevan a valorar la serenidad, que es la verdadera esencia del bienestar. Llenos también de cosas positivas, claro, las que intento ver más sólidas siempre que las cosas feas. Si hago balance de mi vida hasta ahora, ha estado constantemente llena de emociones, de experiencias, de límites, aventuras, de decisiones, de inicios, de equivocaciones, de aciertos, de eso: ¡de vida! ¡No he parado, ha sido desenfrenado, expuesto, público , apasionado y ahora estoy agotada y quiero dejarme llevar con paz y mecerme un poco en la inercia. Con el avance de los años me doy cuenta de que la armonía reside en estar cubierta y en calma desde todas las aristas de mi persona; desde la salud, imprescindible, y ahora mucho más valorada que antes; desde la economía, obligatoria en una era social donde el dinero si se ha convertido casi en la felicidad, digamos lo que digamos los románticos; y para mi, sobre todo y ante todo, desde el constante anhelo del amor, ¡ah el amor!, pero el de verdad, el que te da una vuelta de campana y te revuelve hasta las entrañas, porque “lo más grande que te puede suceder es que ames y seas correspondido”; desde la belleza, pues tener la capacidad de intentar (con humildad lo digo) hacer bonito todo lo que toco es también armonía y motivación , y yo quiero cosas bonitas alrededor siempre; desde la empatía, porque tratar de comprender y cuidar al prójimo antes incluso que a uno mismo a mi me da paz, dar amor me da paz; desde el aprendizaje constante en aciertos y errores y la capacidad de auto crítica que enseña y sana con la sabiduría y valentía de mirarse uno mismo de verdad en el espejo; desde la falta de frío o calor que produce también sensación de felicidad con la suerte de tener un buen hogar y entorno que lo proporcionan, y mis personas alrededor que lo facilitan con un abrazo literal y figurado, en tantos formatos; desde, en definitiva, mis principios y valores que son míos, inalterables, intocables, inamovibles, para bien o para mal, los mejores que puedo tener, que me sostienen, y que evolucionan, pero desde los mismos cimientos. Paz, tan simple y tan complejo, tan importante y tan necesario, sin aspavientos, sin hazañas, sin grandes movimientos, sin más ensayos, simplemente ser, y hacerlo con respeto por mi misma, y por ti. ¡Gracias por estar aquí!
Ya suena el otoño, ocre, armónico. Es un eco de susurros que atraviesan el aire, mientras el viento arrastra consigo memorias antiguas de estaciones pasadas. El bosque se mece con leves gemidos en una sinfonía de hojas secas y ramas crujientes, el suelo se convierte en un pentagrama donde cada paso es una nota única. Las hojas danzan en espirales, a merced del aire, similares a pensamientos errantes que, sin rumbo fijo, buscan algún rincón donde reposar. Se oyen murmuros de secretos al viento y los atardeceres tienen prisa. El sol, extenuado, se despide con destellos fugaces, pintando el cielo con una paleta efímera, donde cada color refleja una emoción que se desvanece lentamente, vistiendo las noches de estrellas más brillantes, y las lunas más importantes.
La naturaleza se convierte en una paleta de colores cálidos, como si las manos de un artista invisible aplicaran pinceladas delicadas, dejando rastros de calidez en medio del frío que se avecina. Desde el rojo intenso de las hojas, hasta el dorado de las espigas, la tierra se viste de gala, en una ceremonia íntima donde todo perece parece volverse eterno, al menos por un instante. Huele distinto, huele a musgo y tierra húmeda, a manzanas caramelizadas, como si el aire mismo se hubiera transformado en un postre otoñal, a castañas y a leña. Es un aroma que no solo llena los pulmones, sino que acaricia el alma, un recordatorio de tiempos cálidos que se desvanecen entre brisas frescas. Se perciben texturas diferentes, como la rugosidad de la corteza de un árbol o de las hojas secas. Todo es más intenso.
Las cristaleras se estremecen y crujen. Son los murmullos de un hogar que también siente el cambio, como si la madera, que alguna vez fue árbol, recordara el lamento de las ramas bajo el viento de otoño . La piel se eriza con la brisa fresca que lleva consigo retazos de recuerdos olvidados, y los labios saborean la primera taza de chocolate caliente, dulce, tibia, como si con cada sorbo se intentara atrapar el verano, que ya no está. Los ojos se pierden en los atardeceres de tonos ocres y rojizos, donde el cielo parece una pintura que se va desvaneciendo con cada parpadeo, y la mirada, sin querer, se convierte en parte del paisaje, otra hoja más que cae tras las pestañas.
Mientras los dedos acarician las páginas de un buen libro, el sonido del papel se fusiona con el crujir de las hojas en el bosque, componiendo una melodía sutil que sólo quienes escuchan con el alma y la calma, pueden percibir. Es una sinfonía, en realidad. La ropa comienza a pesar y los pies descalzos pierden el sentido, ya no buscan la frescura del suelo, sino el calor que les falta, mientras las capas de tela abrazan el cuerpo con una ternura necesaria y cálida. Los hombros se cubren y se destiñen las pieles y algunas sonrisas. El otoño colorea también los rostros, no solo los paisajes, y en las sombras que proyecta la luz crepuscular, las emociones se vuelven más profundas, más intensas, más sentidas, y el romanticismo se vuelve a apoderar de una, en todo su esplendor y ensoñación.
Sin embargo, es sensual, como un susurro íntimo que se desliza entre las ramas y en los corazones de quienes lo escuchan. La luz del otoño magnifica las facciones y resalta pómulos, labios y pestañas, haciendo que los rostros parezcan esculpidos por un artista caprichoso, que juega con las sombras y las luces como si fueran sus herramientas.
Los amantes entrelazan los calcetines y los abrazos, se acurrucan en el calor compartido, en la cercanía que el frío parece exigir, como si el cuerpo pidiera compensar la pérdida del calor solar con el calor humano. Se recogen en los refugios y en la intimidad, donde las palabras susurradas adquieren otro significado, y los silencios se llenan de complicidad, los rojos intensos favorecen los atardeceres y las copas de vino son más burdeos, y en el fondo del cristal parece encontrarse el sabor del otoño, donde cada sorbo es una caricia al alma.
Las calabazas asoman en los rincones y los fuegos preparan sus melodías, chispas que bailan en el aire, y crepitan, componiendo una sinfonía efímera que calienta tanto el hogar, como el cuerpo y el espíritu. Los fogones traman nuevas recetas con ingredientes más pesados, más aromáticos, y se combinan salados con notas dulces de frutos y confituras, y la intensidad de la caza. Los delantales con encajes vuelven a vestir las tardes, y los cuerpos.
Es bello, es romántico, es intenso, un suspiro de la naturaleza que, aunque apaga la luz lentamente, lo hace con una elegancia y una pasión que solo el otoño puede ofrecer, y modifica los colores, los olores, los sabores y convierte los días en susurros…
Hace ya casi 5 meses que me operaron, y parecen 5 años…
Ayer tomé la decisión de pedir una segunda opinión médica, pues algo no va bien, y mi médico está muy saturado y poco accesible. Es la segunda vez que me opero de un tema tan delicado con el gabinete de los Olabe, eminencias en la neurocirugía, no obstante, son tan eminentes que el pre y el post operatorio simplemente no lo cuidan todo lo que debieran, no cómo hace cinco años desde mi experiencia. Y digo yo, no sería más honesto, en lugar de hacernos sentir huérfanos en momentos de tanta incertidumbre, que nos dijeran: «mira, operamos mejor que nadie, pero no atendemos la continuidad, seguimiento, para ello, nos complementamos con este otro departamento o con fulanito».
Para ellos cada uno de nosotros somos una hormiguita entre cientos, pero no recuerdan que para nosotros, ellos son únicos y ponemos la mayor de las confianzas en sus manos: nuestra vida. Y lo hacemos llenitos a rebosar de miedos, dudas, traumas, y dolor. ¿Existe algo más delicado? ¿No creen que es lo bastante delicado, íntimo y profundo como para que nos dediquen algo de tiempo, atención y ternura? ¿No cambiaría nuestra dura recuperación si nos afianzaran la confianza y la motivación?
Es por ello, que mientras en mi visita de literalmente 3 minutos tras casi dos horas de espera el Dr. me acompañaba amablemente a la puerta, y me dedicaba una gran sonrisa tensa y vacía que se convertiría en una mueca del cansancio del final del día, y me invitaba a salir, mientras yo le explicaba que algo no iba bien, que tenía dolor, me fallaba la psicomotricidad del brazo derecho… Y decidí no conformarme.
Sé que la consulta estaba abarrotada, con casi dos horas de espera, entonces, algo no va bien en la base de la organización y probablemente, quiero pensar, los mismos doctores no se sienten bien con el tiempo que dedican a sus pacientes tampoco y von su propio cansancio. Y sí, he tardado, porque ya son muchas gotitas en un vaso que rebosa hace tiempo, tanto por lo que os comento, como la misma clínica Rotger, o Grupo Quirón, que se ha convertido en puro negocio y ha perdido la calidad humana que la caracterizaba desde, en mi caso, hace tres generaciones. Pero he intentado ponerme en la piel de mis Doctores hasta hoy, puesto que ahora la supervivencia me empuja a velar por mi recuperación como prioridad.
He solicitado una segunda opinión en otro gabinete de neurocirujanos y especialistas de espalda, los Llinás, ajenos a mi historial de ambas operaciones, a Quirón y a todo lo relacionado con mis doctores.
Voy a luchar todo lo que esté en mi mano por recuperarme bien, y haré lo que haga falta. No hay ahora mismo nada más importante para mi que sanar bien. Voy a saber por qué estoy mareada constantemente, tengo terribles vértigos, y mi brazo derecho o tiene hormigueo, o duele, o no responde a los movimientos, lo cual me asusta bastante. Desconozco si va a mejorar, si voy a mejorar…
Voy a combatir la Lírica o Pregabalina que tomo, que ya estoy en 125 gs. diarios, que es un inhibidor del sistema nervioso y que me mantiene cansada, atontada y muerta de sueño todo el día, y no lo quiero. No quiero dormir mi dolor o mis problemas, quiero saber qué los provoca, si se ha «tocado» algún nervio de mi operación, si hay secuelas, y reaccionar. Quiero saber. Quiero atención e información. Y la quiero con dedicación de tiempo y amabilidad. Quiero el cariño justo que conlleva la empatía que aplaque a mis propios fantasmas.
Voy a hacer que mi vida vuelva, y lo voy a hacer a mi manera.
En la penumbra de un día que se arrastra, donde el dolor se sienta como un viejo amigo, busco en el eco de mi voz temblorosa una chispa que despierte mi alma ansiosa.
Las horas son ladrillos en un muro de silencio, cada latido un recordatorio de lo que no soy, pero en el susurro de un nuevo amanecer, nace la esperanza, un deseo de renacer.
Pido una segunda opinión, un nuevo horizonte, un faro que ilumine mi camino errante. Porque en cada diagnóstico, en cada palabra, hay un universo de opciones que el miedo desgarra.
La resiliencia florece en el jardín del sufrimiento, como un brote que desafía al viento y al tiempo. Y aunque el sendero sea áspero y tortuoso, mi espíritu se aferra, no se siente espinoso.
Quiero volver a danzar con la brisa del mar, sentir la energía que me invita a soñar. Dejar atrás las sombras que me han acompañado, y abrazar la vida con un abrazo renovado.
Cada lágrima caída es un paso hacia el sol, cada suspiro profundo, un latido de amor. Así que aquí estoy, con el corazón abierto, buscando la cura, el camino correcto.
No hay dolor que dure, ni pena que no cese, la vida es un ciclo que siempre se ofrece. Así que alzo mi voz, con fe y con ironía, pido una segunda oportunidad, una nueva melodía.
Y aunque el camino sea incierto y temido, mi alma se aferra a lo que aún no ha sido. Porque en cada batalla, en cada caída, hay una lección que nos regala la vida.
Así que aquí estoy, lista para sanar, con la mirada en alto, dispuesta a luchar. Por un futuro brillante, sin sombras ni miedo, una vida sin dolor, donde el amor sea el credo.
En este viaje de luz y sombra, donde el dolor y la esperanza se entrelazan, me levanto con fuerza, con carisma y pasión, porque cada segundo es una nueva canción.
Hoy me han regalado una caja grande con un lazo rojo. Una caja que esconde tesoros, un regalo, una ilusión. Ese cosquilleo instantes antes de abrirla y descubrir que esconde, momentos de imaginación desbordada e incontinencia de sonrisas. Mariposas agitadas en la tripa. Transpiro fantasías. Al abrirla un arrebato de felicidad: es justo lo que quería! Abro las solapas tras rasgar papel y lazo y se desbordan risas inocentes que invaden el ambiente y se posan en mi regazo. De la caja sale la más preciosa melodía y huele a flores silvestres y a sandía. Unas cuantas nubes blancas asoman tímidas y un arco iris surge de entre varias estrellas juguetonas. Peces de colores se apresuran y mis manos tocan la suavidad de plumas y algodones de azúcar. Estrellas de mar trepan por las solapas de la caja y muchas caricias y besos se posan en mi cuerpo y cara. Un poquito de lluvia fresca de verano y la ternura de un cachorrito de gato es lo siguiente que me encuentro en mi caja. Sigo rebuscando y hallo un manojo de palabras amables, un puñadito de amistad, una pizquita de solidaridad, una onza de respeto, y unos gramos de bondad. Ahora huele a hierba recién cortada y suena un piano. También encuentro las manos de un mago que me aporta sorpresa y misterio. Mi caja esconde muchas más cosas, no seré capaz de contarlas todas. Un par de momentos sensuales, un cofrecito lleno de pasión, bombones de chocolate, y la lectura de un buen libro. Llena está de saludos,de palabras hermosas y de mensajes de amor. También tiene una buena película y una mirada profunda,además de un catálogo de piropos y alguna broma absurda. Hoy me acostaré entusiasmada con mi regalo, un presente en el que todos habéis participado,todos sois parte de mi vida y me siento agradecida
Estamos en un presente social donde la falta de principios y de valores es demasiado latente, y duele…
Quizá podríamos englobar gran parte a la cobardía, el miedo paraliza, frena y perjudica, y la cobardía se define como “falta de ánimo y valor”.
En un pasado no muy lejano no nos podríamos haber planteado muchas de las actitudes que tenemos en el presente, pero, ¿por qué?
¿Por qué la gente desaparece? ¿Por qué la gente se vende con lo que no es y falta a la verdad a los demás y a ellos mismos? ¿Por qué nadie se esfuerza por nada?¿Por qué no te cuidan cuando estás enfermo y más los necesitas, cuando eres vulnerable? ¿Por qué las personas no confrontan y hablan? ¿Por qué se desvanecen en lugar de luchar o acabar una relación? ¿Por qué grandes personas en tu vida callan cuando necesitan hablar y se esfuman cuando deberían estar? ¿Por qué la gente está más sola y triste que nunca y parece que solamente son personas tras una pantalla pero luego no son de verdad? ¿Por qué no hay coherencia?
Debería ser sencillo, simplemente mantener la misma versión verdadera y auténtica entre lo que se siente, piensa, dice , hace, pero no… solamente hay tremenda cobardía, soledad, decepción, traición, sentimientos de culpa y cargos de conciencia, aburrimiento, falta de amor propio, falta de amor ajeno, incremento de violencia, mil síndromes que refuerzan la estupidez, falta de realización, falta de profesionalidad, e infinitas mierdas más que nos hacen tremendamente infelices y peores personas y sociedad.
¿Por qué lo aceptamos?
Yo creo firmemente que me he puesto enferma de nuevo porque todo esto me hace mella, estrés emocional, es como si la vida me diera un parón obligado para descargarme de peso, para inducirme a la reflexión, a aprender como lidiar con este presente que a mi me afecta mucho y me pesa, me carga, me hunde…
Quizá no hay mucho que se pueda hacer, en pequeñito, quizá solamente está en nuestra mano una cadena de favores. Intentar sembrar, desde mi parcelita, amor. Algo hará. En los demás, y en mi, algo hará. Y mientras tanto, tratar de lidiar con el egoísmo, la falta de empatía, la mediocridad, la falta de pasión, los corazones vacíos, la oscuridad que está avanzando en este mundo, y que es la peor de las pandemias…
Quiero encontrarte, si también eres así. Quiero dibujar mi mundo de personas bonitas que entienden, como yo, que el amor es lo único que de verdad nos puede salvar, lo único que nos diferencia como humanos, y nos hace ser personas. El amor debería ser la revolución.
Yo, quiero ser la resistencia en esta guerra oscura que, a través de la manipulación, está transformando a las personas en la peor versión de ellos mismos. Yo quiero ser la resistencia, y luchar por recuperar las mejores versiones, y volver a pintar con colores un mundo gris….
Y por cierto… felicito a Mercadona por una excelente estrategia de marketing, donde la manipulación a la masa vacía funcionará en la publicidad y en las ventas, de piñas, y ya que estamos aprovechemos para hacer la compra, pues las personas esperanzadas hallarán la misma mediocridad que hallan en otros canales… ¿qué diferencia a las personas con un carro y una piña a, por ejemplo, Tinder? Nada… Debemos actuar, pero de verdad, no con nuevas estrategias que lo único que hacen es mover a la masa de gente de un medio a otro. Si no actuamos, cada vez será peor, y las personas se sentirán peor con las decepciones, con los hechos, con los tratos… Debemos trabajar en la raíz del problema: nosotros.
Tras unos meses dolorosos (hoy es 20 de agosto), el 22 de abril me operaron. Ha sido y está siendo un proceso lento, duro, agrio, hostil… no obstante, es la segunda vez que paso por esto ya y soy más consciente que nunca de lo que supone, y de que la actitud es totalmente relevante en ni recuperación. Por eso, lucho cada día por ejercitar mi actitud como si se tratara de una rutina de ejercicios. No obstante, es difícil.
Pequeñas rutinas y momentos de reflexión alimentan mi día a día, aunque mis días van al revés de la normalidad.
Amanezco muy muy cansada e incluso desanimada, porque sigo pasando noches duras de dolor. Me duelen mucho las cervicales, y se extiende a los nervios de mi lado derecho, sobre todo brazo. Me despierto así varias veces cada noche. Noto como si me quemaran, abrasan, y ese dolor candente se transforma en como si alguien tirara de los nervios desde mis dedos, y siento punzadas metálicas. Se me entumece el brazo entero y me produce calambre, y he de levantarme de la cama cada vez y andar por la casa, hasta que se calma. De hecho, durante el día noto constante cosquilleo, sin que llegue a doler, pero he de moverme y cambiar de posturas.
No obstante, desde hace una semana, se me agravan las noches con lo que creo que son vértigos. Es horrible. Una sensación terrible de pérdida absoluta de control, todo da vueltas, la habitación gira muy rápido, siento náuseas, hasta llegar a vomitar.
Ahora me da miedo irme a la cama porque se repitan estos delirantes episodios.
Con mis noches de esta guisa, me despierto muy cansada e improductiva, me cuesta un mundo arrancar el día.
He acudido al médico de cabecera, que simplemente y desde el limitado conocimiento sobre neurología, me ha recetado pastillas para afecciones nerviosas tipo epilepsia. No me sirven. Mi neurocirujano está de vacaciones hasta entrado septiembre, tengo hora el 17, aunque he tratado de adelantarla, sin éxito.
Si, la actitud es clave y todos lo sabemos, pero es complicado mantenerla arriba con este panorama que parece nunca acabar.
No obstante, como os decía, trato de generar pequeñas rutinas, reflexiones y provocar situaciones que me beneficien y den un empujoncito a mi estado de ánimo.
La belleza es clave. Intento en la medida de lo posible rodearme de cosas bonitas porque la belleza visual para ni siempre ha sido importante. Paseos bellos, comprar flores para casa en el mercado de los sábados, conversaciones con personas vitamina… aún no puedo conducir, y menos con los ataques de vértigo y mareos y con el brazo derecho entumecido, pues sería peligroso para mi y para los demás, por eso busco la belleza cerca.
También voy haciendo cositas de mi trabajo, me formo, ordeno, leo, aprendo, y estoy en constante contacto con mis maravillosos compañeros.
En casa, pues los que me conocéis sabéis lo importante que es mi hogar para mi, voy (con ayuda) haciendo cositas también para mejorarla. He hecho que la vayan pintando, he hecho ordenar trasteros, armarios, limpiar, tirar trastos y cosas viejas, renovar fundas sofá, comprar velitas aromáticas, ordenar mis miles de libros, etc
Escucho mucha música, veo películas bonitas, he pintado un cuadro, he elaborado algún dulce, escribo, canto, doy paseos… cosas que puedo asumir.
Como veis, trato de hacer todo lo que está en mi mano para ejercitar y cuidar mi actitud.
La energía diaria me dura muy pocas horas, trato de encajar todo lo que puedo en estos espacios conscientes y con batería.
La verdad, pensaba que a estas alturas ya estaría recuperada y volviendo a mi trabajo y a mi vida, pero aún no… un ratito más. Espero que mi mundo me siga esperando un ratito más…
Y mientras todo ocurre, me pinto los labios de rojo…
Y no deja de doler, y no se refleja mi tez. El espejo me pisa y bajo mis ojos se desliza lo lejos que queda mi risa. Ha pasado el tiempo, despacio y deprisa, y el viento se ha llevado mi sonrisa y con ritmo lento, mi espacio. Y no dejan de doler en el calendario aún con los meses de ayer, el calvario, con los jueces del dolor que no crece y no perece, temerario. Y los días pasan lentos, y dibujan tormentos en el reloj, en los deseos, y los pensamientos van a un ritmo, y los lamentos y el cuerpo a otro distinto. La frustración quema el corazón, la condena abrasa la razón, la melena pierde su fulgor porque las medicinas, dañinas, cansinas, llenan la agonía de querer la recuperación y lucharla con tesón, pero no conseguirla, no con la prisa de la falsa intuición. Y es por ello que pierdo la razón, el carisma, y las sombras bajo mis ojos atisban el temor. Dudas de futuro, es duro, tiembla mi mundo y me ahogo en mi rumbo, pero de pronto, una chispa, una pista, que enciende una sonrisa pícara porque veo que la brisa me trae un destello de vida, ícara, y de mi filosofía, intrínseca en mi esencia, perfecta en mi sabiduría seca, resiliencia, que ya refleja lo que sé de mí: sé sobrevivir, sé sentir, sé resurgir… y aprendo paciencia, toda una ciencia, todo un reto escueto que me enseña evolución y redención, y que es la confirmación de mi superación, de mi mejora y de mi aurora. Aquí estoy, y es suficiente, latente y consciente, y voy, voy con todo de nuevo, voy a alcanzar mis sueños.
En la medida de mis posibilidades estoy tratando de enfocar mi día a día, en pequeños pasitos en mi recuperación, en cosas bonitas. Suena simple, pero no lo es. Es una especie de filtrado general y de enfoque de energía en crear una reconstrucción bella, rodeada de cosas agradables, de personas bonitas, de flores, de pequeños paseos en entornos atractivos, y de que cada gesto y cada decisión vaya reconstruyendo mi mundo de colores y luz, de tranquilidad, de paz, de belleza…
He empezado por comprar hierbas naturales que me ayuden a descansar bien por las noches (llevo casi 4 meses sin dormir bien y sin descansar y eso acerca más a la oscuridad que a la luz), y también otro remedio para reforzar la buena energía durante el día, la vitalidad y la agilidad física y mental. Hago todo lo que puedo por mi recuperación.
Cada día paseo lo que resisto, pero en entornos de nuestra sierra o del mar, planos, tranquilos, y en los que mis ojos aprecian hermosura y mis pasos se acercan q los 10K diarios recomendados. Parece poco y sencillo, pero para mi ahora es un mundo.
Arreglo mi casa a pedacitos, muy despacito, sin esfuerzos, y he cogido ayuda para lo que requiere lo que yo no puedo hacer, pero que todo se vaya limpiando y ordenando bonito. He comprado flores en el mercado de mi pueblo, para pintar de colores mi mundo. Incluso voy mirando y buscando en publicaciones y anuncios una nueva casa para mi, un nuevo hogar que también me reconstruya y me aporte una nueva perspectiva de vida y de luz, belleza, naturaleza… Busco una casita coqueta en la que volver a empezar, tras haber renacido.
Leo cosas bonitas, escucho música bonita y miro películas bonitas…
Cada mañana me visto y me arreglo para ver una imagen bella en el espejo.
Tengo largas conversaciones agradables con personas positivas de mi entorno y conmigo misma, y he dejado de hacerlo con personas que me roban esa energía ahora tan necesaria para mi, o que me aportan zonas oscuras, no, no son bienvenidos.
Quiero aprovechar esta reconstrucción para mejorar cosas de mi misma y mis autocríticas y autorreflexiones, y rehacerme a mi y a mi entorno más hermoso.
Hace ya dos meses que me operaron por segunda vez, que volví a nacer por segunda vez, y me parece que hace muuuuucho más.
Pretendía pedir ya el alta, pero me doy cuenta que no estoy recuperada, que dos meses, parezcan lo que parezcan, es muy poco.
Hoy, por ejemplo, he tenido un día muy malo, con bastante dolor, no sé si es por el tiempo (de la otra clase, me refiero al clima) o por alguna mala postura involuntaria, pero hoy duele.
Aún no puedo incorporarme a toda mi vida, he de hacerlo progresivamente, y necesito tiempo. Y sí, es en parte subjetivo, relacionado a actitud y percepción, pero debe ser desde un prisma realista, claro, y creo que a veces me creo más fuerte de lo que soy, aunque lo soy, pero debo ser más razonable y menos visceral.
El tiempo… hoy también hace un año que tomé una de las decisiones más difíciles de mi vida, separarme de alguien que me hacía mucho mal, y tratar de romper ese hilo rojo para siempre. Supongo que lo hice, que lo he mantenido, pero que no lo he conseguido del todo porque el hilo rojo es indestructible, y aquí sigo, pensando en él. No obstante, fue la decisión más sabia y coherente, aunque dura y dolorosa, pero no me merece. No obstante, a mi me parece que hace 1 minuto de eso, y no un año.
Ha hecho también un año recientemente que cambié mi vida laboral, y aunque también ha sido duro el cambio y la adaptación, a pesar de ello, siempre me he sentido en casa y en el lugar que debo estar y para el que me he preparado toda mi vida. Ahora hace poco más de tres meses que estoy ausente por mi dolencia, y me parece que hace muchísimo más, porque lo echo de menos. El tiempo…
Y otro tipo de tiempo, el relacionado al clima. También relativo, subjetivo, en una noche de San Juan en junio en la que ahora mismo os escribo desde mi sofá cubierta con una mantita fina, y en ese mismo sofá perdida entre estas palabras hace un minuto he mirado el reloj y un minuto después, había pasado una hora.
Hace también un año que se fue una persona que para mi siempre fue referente de nobleza, bondad, solidaridad, humildad y muchos valores más que admiro profundamente, Jordi, y le mando un abrazo y le regalo un pedacito de mi tiempo muchos días, en mis pensamientos.
El tiempo… relativo, subjetivo, a veces justo, a veces injusto, en ocasiones duele, pasa rápido o lento según se siente, efímero, eterno, intenso, aburrido, esperanzador, y a veces se escurre entre los dedos, como un reloj de arena… El tiempo, un bien de lo más preciado, y más en los tiempos que corren (valga la redundancia), en que dedicar tiempo a alguien es la mejor de las atenciones y regalos.
Yo ahora tengo tiempo, para reconstruirme, para reponerme, para reflexionar y para volver más fuerte… ¿cuánto tiempo necesitaré? No lo se, pero en cualquier caso se me hará largo…
Ya son unos dos meses que emprendí la aventura de operarme de nuevo, como un dejavú.
Una de las cosas difíciles, a parte del dolor, es luchar por no entrar en bucle en la cabeza. Todos te hablan de la actitud, del ánimo, y el papel tan importante que ejerce, y estoy de acuerdo, claro, pero el bucle es un mal aliado y es inevitable, y requiere un esfuerzo combatirlo que se hace minuto a minuto, hora a hora, día a día, en cosas muy pequeñitas, y otras más grandes.
Cuando te guías por la recogida de basuras de los vecinos para ubicarte en día de la semana, y no eres del todo consciente de si estás reposando la espalda en una siesta o es de noche, te das cuenta de lo importante que es crear pequeños rutinas y estrategias para que no te coma el bucle y no pierdas la cabeza.
Por eso, yo me propongo una pequeña gran agenda que me permite pelear, con acciones y citas que puedo asumir física, pero también mentalmente. No dormir bien y descansar durante meses porque dormir duele hace que una esté tan cansada y espesa, que intelectualmente no esté plena, por eso he de generar pequeñas rutinas en las que pueda poner piloto automático pero que me permitan realizar cositas que den resultados, y por ende, me hagan sentir bien y útil, resolutiva.
Por ello, cada día limpio una pequeña zona de la casa: una estantería o algún rincón que no sea muy pesado ni de gran esfuerzo o postura: hoy tocan los cubiertos; cada día pinto algún pedacito de mi cuadro numerado, porque es un momento creativo controlado en el que no tengo que pensar y que viene guiado con los números, hasta que la postura me lo permite; cada día duermo ratos, puesto que las noches son intermitentes; cada día leo un pedazo de libro, para tratar la concentración (aunque no duro mucho porque mi razón no se centra); cada día hago mi ritual de belleza con rosa mosqueta para combatir la cicatriz del cuello, y de paso extiendo a cara, manos, pelo…en mi piel seca por las medicinas; cada día riego mi jardín, en pequeños viajes de regadera para no llevar peso, pero que siga verde; cada día intento echar un ojo a las redes sociales para estar conectada con la comunidad y las personas de mi entorno, incluso publico algo de vez en cuando para sentirme parte de ella; cada día peleo contra el bucle y a favor del ánimo…
No se puede evitar que la mente se vaya muchos ratos de paseo a quién sabe dónde, hasta que algún mensaje mimoso de alguien te trae de vuelta. Gracias a Dios que te traen de vuelta, porque si no, una se perdería en su soledad, sus recuerdos, sus añoranzas, sus sueños no alcanzados, y se mezclaría con los colores de su cuadro, hasta quién sabe cuándo…
La cabeza en una situación así también hay que cuidarla, como se pueda, como se sepa, no hay un manual de instrucciones, solamente instinto y sentido común, ganas y perseverancia en que el bucle no sea de desidia, procrastinación, o desgana. Hay que guerrear por la motivación y por dar apoyo mental al plano físico de la recuperación, que es igual o más importante.
Pronto volverá mi vida, y los bucles serán otros menos dolorosos. Soy afortunada de estar superando esto de nuevo y de tener consciencia de todo.
Ya hace un mes que me volvieron a operar de la columna, y he decidido celebrarlo.
Quizá os parecerá una celebración más bien boba, y lo es, pero tras esta pequeña gran acción hay mucho más para mi. He escogido hacerme un regalo que significa comenzar con creatividad controlada, un pasito más al ánimo, la belleza, la superación, y una manera de crear algo en piloto automático porque mi piloto aún no está pleno, y es una manera de darme una pequeña golosina que me ayude a volver a despegar. Además, siempre me han gustado las puertas bonitas y rústicas, simbolizan la apertura al hogar que quiero, lleno de belleza y flores, elementos naturales y bienvenidas entre privacidad, donde se abren o no, según quién esté al otro lado. Se trata de toda una reflexión trascendental.
Mi dolor sigue latente, aún me queda un rato, no puedo realizar grandes hazañas (aún) pero puedo colorear momentos. Las noches son duras y por consiguiente, estoy tremendamente cansada, desconcentrada, rara, y por eso pintar con guía me puede ayudar a centrar pensamientos y relajar neuronas, y descansarlas, para reactivarlas progresivamente y sentirme bien.
Sigo luchando por levantar la espalda y el ánimo cada día, poco a poco, paso a paso.
Todo aquel que me conoce bien y me aprecia me dice lo mismo, que no tengo paciencia y que esta es la lección que la vida me ofrece por segunda vez, con esta experiencia y otras que me pone en el camino, y puede ser, el caso es que es una de las lecciones que más me cuesta aprender, sea como sea.
Tengo paciencia para algunas cosa, pero en general, no, no es mi fuerte. Vamos a investigar un poco más:
Para otros usos de este término, véase Paciencia (desambiguación).
Representación renacentista de la paciencia.
«La constancia valerosa que se opone al mal, y que a pesar de lo que sufra el ser humano no se deja dominar por él»
Dicha palabra proviene del latín pati, que significa sufrir. De hecho el participio patiens se introdujo al castellano como paciente (en los hospitales) o «el que sufre».
Aristóteles en sus Éticas alude a esta virtud como:
«El equilibrio entre emociones extremas o punto medio: metriopatía. Con ella se consigue sobreponerse a las emociones fuertes generadas por las desgracias o aflicciones. Para ello es necesario un entrenamiento práctico ante el asedio de los dolores y tristezas de la vida, una poliorcética, que fue desarrollada por filosofías posteriores, en particular el estoicismo».
La paciencia es un rasgo de personalidad prudente. Es la virtud de quienes saben sufrir y tolerar las contrariedades y adversidades con fortaleza y sin lamentarse. Esto hace que las personas que tienen paciencia sepan esperar con calma a que las cosas sucedan, ya que piensan que las cosas que no dependan estrictamente de uno, se les debe otorgar tiempo.
Santo Tomás de Aquino considera no solo la actitud paciente, sino el hábito que facilita mantener esa actitud:
«La paciencia es una virtud que se relaciona con la virtud de la fortaleza e impide al hombre distanciarse de la recta razón iluminada por la fe y sucumbir a las dificultades y tristezas».
Quizá si, es el aprendizaje que debo hacer en esta vida, mi talón de Aquiles, algo que me provoca reacciones y acciones que me dificultan muchas cosas, porque no sé aguardar, esperar, gestionar emociones de forma paciente. Es muy probable que mus dolencias en la espalda sean por este peso, por acarrear esta carga que conlleva no ser paciente y esperar que el tiempo ocurra y discurra en cada proceso. Todo en la vida tiene sus tiempos, ahora estoy en el tiempo de la sanación y en efecto, debo tener paciencia para no saltarme los tiempos necesarios para ello y que eso provoque fatales consecuencias.
La cuestión es que debo aprender a esperar, y hacerlo con la mejor actitud en el proceso. No es solamente el resultado de esta enseñanza de vida, sino el mientras, el durante, y cómo lo encaro.
Si quiero disfrutar de las flores, debo saber esperar, y debo regarlas bien mientras tanto…
Dos semanas hace, si, pero a mi me parecen siglos… A pesar de que todo está siendo rápido, pues comencé con dolores antes de Semana Santa, el Jueves Santo 28 de marzo fui a urgencias por primera vez, el lunes 15 de abril cursé mi baja laboral ya con dolor insoportable y el lunes 22 de abril me operaron, a mi se me está haciendo pesado y largo… pero en realidad, dependiendo del prisma y la perspectiva, es poco tiempo.
Sigo con bastante dolor, dolores diferentes: las cervicales y el lugar de la operación, el corte en el cuello por donde me intervinieron que está totalmente inflamado, el lado derecho de mi cuerpo donde sobretodo el brazo sigue con los nervios pinzados, el estado de ánimo que también está pinzado, mi ojo derecho y lado derecho de la cara que hace unos días está inflamado por una estúpida casualidad que, gracias a Dios, nada tiene que ver con los nervios, la energía cansada…
Esta vez me está costando más tener la actitud optimista y social, esta vez, me he convertido en un bichobola. No lo puedo evitar, es el ánimo que tengo, a pesar de mis reflexiones. Y os aseguro que reflexiono, y busco la parte bonita de todo esto, pero esta vez se me hace más pesado verla. Eso compite con mi esencia, pues casi ni me reconozco, no estoy segura de que me ocurre dentro, pero puede ser también una secuela de mi proceso y supongo que también tengo derecho a flaquear, aunque no esté acostumbrada.
Tengo muchas personas y cosas bellas a mi alrededor, soy consciente y estoy agradecida, pero no saco ánimos para expresarlo y para sentirme mejor. Me preocupa, pues sé que la actitud es parte importante del proceso, y quiero encontrar ese ánimo, pero ¿cómo?
Creo que en este tipo de situaciones sería importante el apoyo psicológico y el seguimiento también, mucho, pues no solamente cuenta la sanación física, sino la emocional y mental cobran la misma o más importancia. Pero nos dejan a nuestra suerte, para lidiar con todo, solos, y con sensación de abandono por parte del ecosistema de salud que nos atiende, y me parece algo grave y delicado. Ojalá este presente que vivimos valorara más a las personas, y a las emociones, y no nos hubiéramos convertido en fríos, en dinero, en especulaciones y negocio, en asuntos… Ojalá mis doctores, la clínica Rotger donde me han atendido por segunda vez con un cuadro como el mío, con notas en rojo en mi expediente de “alto riesgo de tetraplejia”, fueran razón suficiente para intuir que este trance es traumático para mi y me ofrecieran acompañamiento psicológico por defecto, pues es lo que quizá el paciente no solicita por creerse más fuerte de lo que es y es recomendable, incluso imprescindible a su lucha y recuperación.
¿Por qué nos olvidamos de cuidar nuestros dolores emocionales y nuestras almas como cuidamos nuestros dolores físicos?
Supongo que pensaréis que si es el caso debo pedirlo y buscar esta ayuda, pero comenzar ahora otro proceso médico de listas de espera interminables, procesos burocráticos etc. no es lo que necesito, y mucho menos por alguien externo a mi situación. Creo que debería estar sincronizado con mis neurocirujanos y con el historial de mi caso puesto en común entre ellos y el profesional que me asignaran. Pero claro, supongo que eso sería en un mundo ideal figurado en mi mente…
El día 17 tengo cita con ellos, y a pesar de que me reciban con la frialdad habitual de los cirujanos exitosos que hacen la extraordinaria labor de operar a tanta gente, y de realizarlo con el tremendo éxito que marca su prestigio, trataré de transmitir mis emociones. Quizá consiga defender o despertar alguna reflexión en ellos, quizá les evoque o traslade a algún instante “Ratatouille” en alguna vivencia propia o de algún ser querido por ellos y pueda hacer que comprendan que, además de pedacitos de carne y desenlaces físicos exitosos, nuestras cicatrices por dentro y por fuera son muy humanas y complicadas de gestionar, y nos hemos puesto en sus manos totalmente perdidos y sin ningún control de la situación, y eso, es duro y frustrante, y necesita humanidad y empatía también.
Ya sabéis que este lienzo es un vómito de emociones y reflexiones, simplemente eso, y me ayuda a ponerlas en orden…
Y de repente llega un momento “Ratatouille” y tu mente viaja a un momento del pasado, uno de esos que son sensacionales, donde querrías estar, paseando con mi amigo por las callecitas blancas de Priego, que lo llenan las emociones y las personas que lo componen, y se te dibuja una sonrisa.
Es cierto que esta segunda experiencia con mis malditas vértebras me tiene esta vez compungida y muy enfadada, me cuesta buscar mi optimismo habitual, pues también estoy agotada de sentir dolor constante.
Pero el cartero llama a mi puerta…
Y de repente aparece alguien de ese momento “Ratatouille” y te recuerda que, efectivamente: “En los momentos difíciles a veces la felicidad la encuentras en las cosas pequeñas….” y encima te añade una coletilla muy suya:
“Marta, ponte buena, del tó, pa siempre”
Y entonces sonrío y pienso, en efecto, tener duendecillos como José Luis en mi vida es de esas cosas tan tan bonitas que todo cobra sentido, que merece la pena, que se disipan los males y que algo como mis patatas preferidas, las de San Nicasio, cambian mi perspectiva. Hoy mi estado de ánimo se refuerza porque esta caja que acaba de llegar a mi casa viene llenita del amor más puro: el de la empatía y de una ración de lo más valioso que tiene una persona, el tiempo y las ganas de invertirlo en proporcionar una sonrisa tierna y un momento de absoluta certeza de que ahí fuera, queda mucha humanidad, personas preciosas, y sentimientos bonitos como la amistad que mueven todo, que son el motor de la vida, que marcan el amor como la mejor medicina.
Gracias amigo, ¡no sabes cuántas! Aunque no lo creas y parezca desmesurado, esto es una parte muy importante de mi recuperación. Un golpe de humildad y resiliencia, de reflexionar, que lo necesitaba como el aire, para seguir guerreando con fuerza y positividad.
Hoy hace una semana que estoy en casa tras mi operación. Sinceramente me parecen meses…
Esta vez está siendo diferente también a nivel emocional, quizá no me siento tan bien, fuerte o positiva, no lo sé, pero lo estoy encajando peor.
Siento necesidad de estar sola, de sentirme acompañada, pero en la distancia, de estar sola en casa. De hacerme bichobola, en mi rinconcito. Es como si estuviera agotada de ser siempre fuerte, positiva y llena de polvos de hada, ahora necesito flaquear y sentirme casi casi miserable, y regodearme un poco en mi lamento, que también está bien, que también soy humana.
Estoy enfadada con mis cervicales, con mi dolor, con mis médicos o conmigo misma, no lo sé, pero el caso es que estoy furiosa. Y no quiero que nadie me vea así.
Hoy además me he despertado, por si no tuviera poco, con un ojo totalmente hinchado y más dolor, no sé si con un orzuelo o qué. Me duele toda la parte derecha de la cabeza y cara y me preocupa que pueda tener que ver con la situación de mi sistema nervioso derecho, o si tan sólo es la mala suerte combinada con un orzuelo o picadura o algo ligero pero vistoso y doloroso…
Parece que mi cuerpo se resiente y me pone freno, pero no entiendo las señales. ¿Por qué?
Estaba en un buen momento, luchando mi cambio profesional con tremenda ilusión, conociendo a alguien (que gracias a Dios se ha reflejado antes de ir a más, por mucho que duela, pero yo estaba muy ilusionada), me sentía delgada y bonita (e incluso acababa de comprar algo de ropa nueva), arreglando cosas en casa para hacerla aún más preciosa… en fin… ¿por qué la vida me está parando? ¿Con qué objetivo?
No lo comprendo, no entiendo el castigo, el aprendizaje, el dolor, tremendo, con nuevas cosas añadidas cada día que me frenan más y más.
Estoy paralizada porque, aunque intelectualmente estoy despierta, el sentir daño constante paraliza también la cordura, no poder apenas dormir dos horas seguidas paraliza el intelecto, la morfina agota las neuronas y movimientos, me vuelve lenta y espesa. Una cosa es escribir por ejemplo estos artículos privados y tardar dos horas, relajarme en mi escritura, pero para realizar otras tareas me siento demasiado pesada y densa. Por el momento poco puedo resolver, y ahora menos, con sólo un ojo.
El día 17 tengo cita con mis neurocirujanos, espero que me puedan dar respuestas a nuevos hábitos, a procesos, a cuidados, o no sé si a medicinas que me ayuden. No creo que este dolor constante de los nervios sea lo normal, no lo sé, pero yo me siento en deterioro, no en evolución. Quisiera que me ayuden a encajarlo y resolverlo. me podrían dirigir a urgencias a ver, pero es que por mi experiencia no creo me resuelva nada un médico general…
La parte psicológica es también densa, porque además de todo me siento con una especie de culpa por no estar activa, positiva y agradecida. Pero no lo estoy, esa es la verdad, y lo siento. No interactúo en las redes ni en privado, no tengo ganas. Supongo que también tengo derecho a hacerme bolita, pero no puedo evitar sentir que fallo a todos.
El haber escogido estar sola en casa es algo que mi entorno tampoco comprende, lo respetan porque no les queda otra, me vigilan y están pendientes en la distancia próxima, pero para ellos es incomprensible y dificultoso también, pero es lo que siento que necesito. Tengo movilidad, más que en la otra operación, me puedo apañar, y no sé explicarlo, no se trata de una falta de humildad de no poder pedir ayuda, de no dejarme cuidar, sino la necesidad de recogerme y estar conmigo misma y digerirme.
Lo siento, me disculpo, esta vez no lo estoy encajando tan bien, pero lo haré, dadme algo de tiempo, pues sólo hace una semana…