Querido diario permíteme el desahogo…
Fuego que quema las entrañas si no estás presente y enmaraña cuerpo y mente. Atraganta el alma y espanta la calma. Retumba nuestra vida en los quicios de las venas que envidian las penas y los atardeceres propicios escondidos en una lágrima, en un escalofrío y en los resquicios de placeres aún no vividos, fríos, sentidos y añorados, pulcros en impíos cual pàtina, y poblados de sentidos. Retumba nuestra historia y hace notoria la piel erizada cuando es pensada, cada instante, aplastante, con una conexión inexplicable cual hilo rojo e intachable brillo en los ojos. No estás y te anhelo, te añoro sin decoro, entre lágrimas y sátiras, pero se que vendrás y apartarás el velo que iluminará el camino y nuestro destino. Es tu misión, te lo dice el corazón que te grita estridente aunque tu falsa razón lo atormente y lo silencie. Te echo de menos, cada día, en cada vida, desde un tiempo eterno que me guía a tu encuentro, y tú sientes lo mismo, y también vagas en un abismo, de momento. Eres tú, eres luz, y cuando te sueño, despierto y cuando duermo, te siento. Soy yo, soy tu luz, soy tu mejor tormento y soy tú . Se que vendrás y cogerás mi mano, y el tiempo de antaño se detendrá en vano porque el infinito es para siempre y convierte un año en un doble infinito, dos hilos que se cruzan, que se sudan, que invierten las dudas y las asienten en un hilo único de ternura para siempre. Un hilo rojo, que acojo en mi seno, que es lento pero bueno, que es incierto y travieso pero se tatúa en los dos, y acentúa los pros. Pase lo que pase, somos eternos, y aunque ahora abrase, tú y yo somos nuestros…