Viste la vida con un traje de raso y vístela deprisa que no llegue el fracaso, vístela de sonrisa y quítale las prisas, hasta el ocaso. Atrás quedarán las flores mustias que nunca se entregaron. Las que no llegaron. Aquellas que colmaron de angustia los colores y que no fallaron, porque el fallo sólo asoma con el gallo y éste, inerte, con el primer rayo.
Deja a un lado la desidia y lidia con la vida, que es corta y remota, soporta la envidia de quien recibe flores de distintos olores y araña los sabores que rebrotan con distinta perspectiva, cautiva, sentida.
Simplemente vive la vida…