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Siento la vida como una vendimia, corto los frutos y los reinvierto en procesos que los hacen mejores, menos brutos, que con la alquimia, los resuelve y otorga nuevos sabores, texturas y dones. Qué envidia ser fruto, ser aquello que envuelve colores y sentidos, mullidos, resultones y manidos. Ser objetivos en el camino, ser posibilidades de sino, ser positivos con un progreso adivino que toque lo divino o se quede en el camino, pero ser. Emerger. Proceder. Oler. Ser aroma que asoma por el quicio de la vida, como una diva, que se transforma y se llena de alegría. Ser una materia prima que resuena fina en los ecos del ocaso, estar de paso y vestirse de raso cuando se procesa para dar paso a una nueva leyenda, como el vino, que tras largo camino halla un nuevo destino, de uva a duda, que se vierte en una copa y provoca, muda. Yo quiero ser, quiero emerger y verter mi talento en un tormento que me cueste, pero me haga florecer, que me tueste la piel y me curta la razón, el corazón, y la hiel. Quiero ser, quiero ver, quiero retroceder y ser ingrediente poco corriente, fruta ardiente y ser fehaciente, y que me empiecen, me procesen, y me despierten . Quiero empezar de nuevo, y volver a ser el señuelo de un sueño.