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Fuego que quema las entrañas si no estás presente y enmaraña cuerpo y mente. Retumba la vida en los quicios de las venas que envidian las penas y los atardeceres propicios escondidos en una lágrima, en un escalofrío y en los resquicios de placeres no vividos, fríos, sentidos y añorados, pulcros en impíos cual pàtina, y poblados de sentidos. No estás y te anhelo, pero se que vendrás y apartarás el velo que iluminará el camino y mi destino. Te echo de menos, cada día, en cada vida, desde un tiempo eterno que me guía a tu encuentro. Eres tú, eres luz, y cuando te sueño despierto y cuando duermo te siento. Se que vendrás y cogerás mi mano, y el tiempo de antaño se detendrá en vano porque el infinito es para siempre y convierte un año en un doble infinito, que se cruzan, que se sudan, que invierten las dudas y las asienten en un hilo de ternura para siempre. Pase lo que pase, somos eternos, y aunque abrase, somos nuestros…